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El principito, por el Teatro de la Abadía y Theater an der Ruhr

A partir del libro de Antoine de Saint-Exupéry.
Traducción: Jesús Munárriz.
Versión: Roberto Ciulli.
Dirección escénica: Roberto Ciulli.
Escenografía, vestuario e iluminación: Roberto Ciulli, María Neumann, Ruzdi Aliji.
Música: Gerd Posny.
Intérpretes: José Luis Gómez e Inma Nieto.
Estreno: 24 de octubre de 2012 en la sala José Luis Alonso del Teatro de La Abadía de Madrid. Espectáculo coproducido con Theater an der Ruhr.

 

¿Qué ocurriría si el pequeño príncipe de Saint-Exupéry no fuera interpretado por un muchacho sino por un actor en edad de hacer de Rey Lear (José Luis Gómez) que se prepara para su último viaje? En el camino se encuentra con un aviador, una rosa, un rey, un zorro, una serpiente... (todos interpretados por la luminosa actriz Inma Nieto) y cada uno le ayudará a descubrir una cosa nueva.

Con un sorprendente juego de clowns, Roberto Ciulli (director italo-alemán, fundador del emblemático Theater an der Ruhr) transforma la inocencia del cuento original en agridulce lucidez. Este espectáculo despojado de todo lo accesorio, retornando así a la esencia del teatro, más que de un niño que se va a un planeta extraño, trata de un hombre que se siente extraño en su planeta.
(Dossier del espectáculo: http://www.teatroabadia.com/quienes_somos/ficha.php?id_obra=377&distri=1 ).

Si se hace una lectura profunda de la obra, descubrimos que el piloto y el Principito son dos caras distintas del propio Saint-Exupéry, pero el primero simboliza inicialmente el plano de lo pragmático que echa de menos el ámbito de lo valioso, representado por el niño. El cuento habla sobre la revelación de lo valioso, y cómo el hombre percibe una invitación a encauzar la vida de otro modo, a vivir una vida plena de sentido.

La aportación de Ciulli en esta versión, desde un punto de vista filosófico, es que reivindica el construir también la muerte –instante último de la vida- en toda su plenitud de sentido, o, dicho de otro modo, de lo que se trata es de haberse dado cuenta de lo esencial a la hora de morir. Por eso nuestro Principito no es encarnado por un niño cuya muerte es alegórica, sino por un actor en plena madurez cuya muerte es “real” e inminente.
(Dossier del espectáculo: http://www.teatroabadia.com/elprincipito/).

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