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El chico de la última fila, de Juan Mayorga. Por Ur Teatro

Autoría: Juan Mayorga.
Dirección: Helena Pimenta.
Escenografía y vestuario: José Tomé y Pedro Galván.
Iluminación: Miguel Ángel Camacho (A.A.I.).
Sonido: Eduardo Vasco.
Intérpretes: Ramón Barea, Carlos Jiménez Alfaro, Susi Sánchez, José Tomé, Ignacio Jiménez y Natalie Pinot.
Estreno: 28 de octubre de 2006, en el Real Coliseo Carlos III de San Lorenzo de El Escorial (Madrid), dentro del Festival de Otoño.

 

Una historia de maestros y alumnos, padres e hijos. Una comedia ácida y amarga, llena de ternura. (Helena Pimenta, directora).
Un inteligente, complejo y noble texto que nos habla sobre maestros y discípulos, sobre personas que ya han visto demasiado y que están aprendiendo a mirar. Es una obra sobre el placer de asomarse a las vidas ajenas y los riesgos de confundir vida y literatura.
Y el argumento es el siguiente: Germán, un profesor de bachillerato de Lengua y Literatura, corrige las redacciones escritas por sus alumnos bajo el título “Mi pasado fin de semana”. Cada redacción le parece peor que la anterior. Hasta que llega a sus manos la firmada por Claudio, ese chico silencioso que se sienta en la última fila. Germán tendrá que leerla varias veces para convencerse de que sus ojos no le engañan. A partir de esa sorprendente redacción, entre el desencantado profesor y el extraño muchacho se establecerá un vínculo tan intenso como peligroso.

Germán, el profesor de literatura, enseña a Claudio a mirar de cerca, sin prejuicio, sin condenar a los personajes a priori. Germán enseña todo esto, pero nunca ha sido capaz de llevarlo a cabo. Germán proyecta todos sus prejuicios con la clase media sobre la familia espiada por Claudio. El profesor cuestiona la validez de lo que escribe Claudio al tiempo que insufla ese oscuro deseo de atrapar alguna verdad con la escritura. Germán dota a su alumno –y del mismo modo a los espectadores– de las herramientas necesarias para poner en tela de juicio la escritura. En este punto el texto nos hace pensar si la literatura sirve para algo en nuestras vidas y si la función artística comienza donde termina la pedagogía.

Hay algo muy hermoso en el texto que tiene que ver con la verdadera herencia. Con el momento decisivo en que un ser humano se cuestiona qué hacer con todo lo acumulado y aprendido durante su vida. Y en este sentido, Claudio será el que posiblemente consiga escribir todo lo que Germán no pudo.

José Manuel Mora, “Mayorga escribe para Pimenta”, El Cultural, 12 de octubre de 2006.

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