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Efemèrides

El ‘Hamlet’ de Don Nurio

Teatro Griego de Barcelona, 28.7.1960
El ‘Hamlet’ de Don Nurio
En el verano de 1960, Núria Espert encarnaba el personaje de Shakespeare en el Teatro Griego de Barcelona.

Escribimos esta nota al tiempo que leemos la noticia de  que el Festival Grec 2020 ha evitado la cancelación por los rebrotes del coronavirus COVID19 en Barcelona. Pronto volveremos al Grec. Pronto volveremos a ver a Núria sobre los escenarios. Mientras tanto, este recuerdo de hace seis décadas.

El 28 julio de 1960, en el Teatro Griego de Montjuich, de Barcelona, se estrenaba una nueva producción sobre el Hamlet de William Shakespeare. La tragedia de Hamlet, en versión de Nicolás González Ruíz, con puesta en escena de Armando Moreno, Gertrudis fue Milagros Leal; Ofelia, Pilar Puchol; Ramon Duran hizo el papel de Claudio; un joven Gerardo Malla era Horacio; Miguel Palenzuela era Laertes; Rafael Anglada era Polonio… la producción presentaba una novedad extraordinaria: el papel del príncipe sería interpretado por Núria Espert. En una entrevista publicada en La Vanguardia el mismo día del estreno, la actriz invoca el precedente de Sarah Bernard y no se plantea el sexo del personaje como un asunto esencial: “Ni hombre ni mujer, me sentí una idea y un problema. Mi personaje es un adolescente sin sexo y sin pasión amorosa.” Espert hace en esta entrevista un interesante análisis de su trabajo: no se plantea una dificultad el hacer un personaje masculino, sino “mantener su personalidad en el transcurso de la obra, sobre el que recae todo el peso, y también es difícil matizar con el gesto cuando finge: porque por sus palabras siempre parece sincero.” Aparte de esto, una dificultad técnica que conocen todos los actores que han asumido el papel, que es la enorme carga de ese personaje en el espectáculo: ella ha hecho hace poco tiempo Medea y lo compara: “tiene tres veces más texto que Medea”. Hay que reseñar que en esta época era aún algo novedoso el hecho de que la función se hacía sin apuntador. En aquella entrevista aún encontramos una respuesta que es puro “Núria Espert”:

-¿No le da miedo?

-Sí, mucho; por eso me he atrevido.

 

Conviene considerar que este Hamlet no solo es rompedor por el hecho de que una mujer haga el papel protagonista, sino porque se plantea profundizar en su escritura, teniendo en cuenta que hasta el momento los precedentes tenían que ver con un Hamlet “recitado”: desde 1940, habían encarnado al príncipe en nuestro país los actores Enrique Guitart, Alejandro Ulloa y Guillermo Marín.

En el estupendo libro de Memorias que Espert escribió con Marcos Ordóñez, De aire y fuego (Disponible en nuestra Biblioteca) la actriz nos ofrece con gran sinceridad varias claves sobre aquel espectáculo:

(…) Después de rodar con Bardem, y en mitad de una larga gira, ya en la primavera del 60, se nos ocurre la insensata idea de comenzar a ensayar Hamlet para la siguiente edición del griego. (…) Se organizó un escándalo de envergadura porque aceptaron muy mal que una mujer hiciera el personaje. Ana Mariscal se había atrevido, tiempo atrás, a hacer de Don Juan Tenorio y también la pusieron a caldo. Fue una de esas raras funciones en las que una parte del público llega «con el pito puesto», como dicen en la Scala, y empieza a abuchear desde el principio. A la que aparecí yo, concretamente.

Me acuerdo del momento exacto. Ramon Duran, que hacía el Claudio, dijo: «Y tú, Hamlet, sobrino e hijo mío…” y al empezar a decir yo “Un poco más que sobrino y menos que hijo» comenzaron los berridos. Abucheaba sólo un sector del público, pero parecía todo el teatro. Veinte segundos, quizás, aunque en teatro veinte segundos son una eternidad. Pensé: «Ahora, cuando dejen de patear y gritar, tendré que hablar y no tendré voz». Pero la tenía, claro, qué remedio.

Acabamos la primera parte con abucheos y aplausos a partes iguales. Al final de la segunda parte, más aplausos que abucheos. Y al acabar, aplausos frenéticos y abucheos salvajes; el público dividido en dos sectores muy diferenciados, cada uno de las cuales quería «tapar» al otro.

Aparte del lío que se organizó en el estreno por ponerme las mallas, hay que decir que la función no salió bien. Todo podía haber estado mejor: las luces, el decorado, nuestro trabajo… Aprendí otra lección fundamental: no se puede estrenar nunca en mitad de una gira. Para Armando, que dirigía la función, fue un trabajo durísimo, agotador, hasta el punto de que se planteó muy seriamente dejar la dirección.

Armando siempre fue muy lúcido, muy crítico. Me dijo:

-Este espectáculo no tenía que haberse estrenado. No estaba a punto. Nos han faltado ensayos y te ha faltado un director más seguro de sí mismo. Un director que hubiera tenido el coraje de suspender el estreno.

Dirigió cuatro o cinco montajes más, y poco a poco fue concentrándose en la producción.

-Tú has de crecer -me dijo-, y no lo harás si no trabajas con los mejores directores.

Luego nos quitamos un poco la espina de aquel estreno girando el Hamlet, siempre en escenarios naturales. La mejor función la hicimos en el palacio del Papa Luna, corriendo por aquellas almenas en una noche de luna y viento: un Hamlet precioso, infinitamente mejor que el del Teatro Griego...

Al día siguiente llovió muchísimo y se nos fastidió el decorado. Tuve una salida espectacular, porque cedió uno de los practicables y me hundí en la madera hasta las rodillas. Al terminar la función, uno de los porteros vino hacia mí y me dijo:

-¿Se ha hecho usted daño, don Nurio?

La imagen que ilustra esta nota es la caricatura de José María Serra publicada en La Hoja del Lunes, con Ramon Duran como Claudio y Núria Espert como Hamlet.