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Efemèrides

El teatro de Valle-Inclán está muerto, muerto y muerto.

Teatro María Guerrero de Madrid, 13.4.1966
El teatro de Valle-Inclán está muerto, muerto y muerto.
Foto de Gyenes: Nuria Torray y Maruchi Fresno en Águila de blasón
Así, con esa contundencia, terminaba su crítica de Águila de blasón, hace medio siglo, en el diario ABC, el crítico Carlos Luis Álvarez. “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”, habrán pensado los lectores. En el caso de Valle-Inclán, casi deberíamos hablar de un renacido. Porque aquella crítica se publicaba en ABC el 15 de abril de 1966. Hace medio siglo, Valle volvía a asomarse, poco a poco, a los escenarios españoles.
 
Ramón del Valle-Inclán había fallecido en Santiago de Compostela el 5 de enero de 1936 y las circunstancias históricas posteriores habían sumido su teatro en un pozo de silencio, roto a veces por un susurro de funciones universitarias o de cámara y ensayo. Ya hemos señalado que ese silencio duraría en España veinticinco años, hasta el estreno de la memorable puesta en escena de Divinas palabras por José Tamayo en 1961. También hemos comentado cómo en esos mismos años, en Paris, se representaban dos importantes producciones de Divinas palabras y Luces de Bohemia. En ese mismo año, en el Teatro Griego de Barcelona, se hicieron algunas representaciones de Voces de Gesta. Así llegamos al 13 de abril de 1966 en el Teatro María Guerrero de Madrid. Águila de blasón, que ya se había representado en 1907, vuelve a los escenarios de la mano del director Adolfo Marsillach. “Siempre parece que el último – el próximo – es el estreno más importante de nuestra vida profesional – escribía Marsillach en una antecrítica -.Y, sin embargo, no sé por qué pienso que el de esta noche puede serlo en realidad. Al menos a mí me gustaría que lo fuera. Y conste que no estoy haciendo referencia al posible éxito o fracaso. No. Esta es otra cuestión. La importancia no se cuenta solo por lo que se consigue, sino también, en ocasiones, por lo que se pretende. Pocas veces he dirigido una obra con tanto amor, con tanta dedicación.” Es claro que no tiene la misma opinión que el crítico de ABC: “Nosotros, los hombres de teatro de hoy, tenemos la obligación de demostrar que el teatro de Valle-Inclán era quizá el más representable del de sus contemporáneos justamente porque fue el menos representado.”
 
Leemos en el programa, que se conserva en los fondos del CDT, el impresionante reparto, cuarenta y cuatro actores, por orden de diálogo: Carlos Ibarzabal, Milagros Guijarro, Maribel Altes, Fernando Bronchud, Margarita Díaz Cembreros, Charo Tijero, Antonio Casas, Nuria Torray, Conchita Bardem, Paloma Hurtado, Pilar Muñoz, Víctor Blas, Víctor Losada, Fernando Dal, Guillermo Atlántico, Jaime Segura, Eduardo Verguer, José Luis Sanjuan, José María Prada, José Vivó, Gemma Cuervo, Fernando Marín, Maruchi Fresno, Paloma Pagés, Concha (entonces, Conchita) Leza, Julia Lorente, Víctor Fuentes, Luis Morris, Félix Navarro, Julio Navarro, Carlos Villafranca, Jacinto Martín, Fernando Guillén, Carlos Ballesteros, Fernando Chinarro, Juan Amezaga, Charo Soriano, Alfredo Cembreros, Carola Fernan Gómez, Marcela Yurfa, María Luis Hermosa, Silvia Roussin, Sergio Vidal Y Javier Lozano. Y no podemos olvidar la escenografía y figurines de Manuel Mampaso.
La opinión Álvarez, en ABC, contrasta con lo relatado por González Ruiz en Ya: “El éxito fue extraordinario. El público escuchó la obra con emoción contenida, fuertemente impresionado y al final rompió en ovaciones y bravos interminables. Los cincuenta personajes que intervienen en el reparto (obviamente, no reparó en que algunos actores doblaron personaje), rodeando a quien los había conducido tan felizmente a la meta, el director Adolfo Marsillach, saludaron incesantemente desde el escenario dejándolo un momento vacío para remitir los aplausos a la memoria del autor. La elogiosa crítica nos descubre otro detalle: el espectáculo tuvo como prólogo la lectura por José María Rodero del prólogo que escribió Jacinto Benavente para las obras completas de Valle-Inclán. Aún es más favorable a esta reposición la opinión de Francisco García Pavon, que escribe en Arriba: “En estas horas de revisión española, cuando la confusión lo invade todo y se hacen campañas casi nacionales para defender el teatro más mostrenco y garbancero, para defender la risa del hinchado de vanidades y no compungir a la señora pusilánime, la puesta en escena de Águila de blasón – tan tardía, tan escalofriantemente incomprendida – a pesar de algunas ingenuas omisiones del texto, debe ser un revivificador, un estimulante para las gentes inteligentes y sensibles, tanto tiempo sometidas a un tratamiento de esterilizantes.”  A ello añadía que “La puesta en escena ha sido de lo más perfecto que hemos visto en mucho tiempo. Marsillach y Manuel Mampaso han dado su do de pecho”.
En los fondos documentales del CDT existe una grabación de audio completa de este espectáculo. De ella se extrajeron dos fragmentos para poner en valor las voces de Antonio Casas y Maruchi Fresno en nuestra publicación El Eco de las Voces.
 
Como hemos comentado, la obra se había estrenado en 1907. En el diario La Vanguardia se conserva la reseña de la función realizada en el Teatro El Dorado de Barcelona a beneficio de Francisco García-Ortega, de quien, por cierto se cumple ahora el ciento cincuenta aniversario.