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Efemèrides

La detonación: Larra por Buero.

Teatro Bellas Artes de Madrid, 20.9.1977
La detonación: Larra por Buero.
Juan Diego encarnaba a Mariano José de Larra en La detonación, de Buero Vallejo, en 1977.

El 20 de septiembre de 1977, en el Teatro Bellas Artes de Madrid,  se estrenaba La detonación, de Antonio Buero Vallejo, con dirección de José Tamayo, escenografía de Vicente Vela y figurines y máscaras de Víctor María Cortezo. La obra, basada en la vida de Mariano José de Larra, contaba con un reparto muy numeroso para una apuesta privada, nada menos que veintitrés actores: Juan Diego, Pablo Sanz, Luis Lasala, Francisco Merino, Alfonso Goda, Manuel Pérez Brun, Mario Carrillo, José Hervás, Luis Gaspar, Guillermo Carmona, Francisco Portes, Fernando Conde, Julio Oller, Primitivo Rojas, Matías Abraham, Antonio Soto, Juan Santamaría, José María Álvarez, Luis Perezagua, José Alfonso Castizo, María Jesús Sirvent, María Álvarez y Lola Balaguer.

Buero Vallejo dijo en aquellos días que encontraba a Larra muy cerca de su propia sensibilidad. “Se puede decir que a Larra lo suicidó España”.

Era el primer estreno de Buero después de las elecciones de junio. El dramaturgo había declinado la invitación para ser senador por designación Real, en aquellas cortes constituyentes. También declaraba en una entrevista que había llorado de emoción al escuchar en la televisión el himno La Internacional, en los espacios del Partido Comunista de España para la campaña electoral. El dramaturgo, que había pasado treinta años estrenando sus obras en un muy difícil equilibrio respecto de la censura – lo que dio lugar al célebre debate con Alfonso Sastre - , se enfrentaba, como muchos otros, a la reflexión sobre cómo escribir en democracia. En una entrevista al diario El País en los días previos al estreno hacía esta reflexión:

 “Cuando se produce un cambio político, y saliendo de una dictadura, se piensa que todo va a ser nuevo y renovador. Pero yo no lo veo tan claro. Se producen modificaciones serias, incluso en el campo creador, pero yo lo veo como modificación dentro de la continuidad. Con dictadura o sin ella, la creación artística, teatral en este caso, es a menudo constitutivamente indirecta. El efecto que la obra causa en el que la recibe se produce por un medio estético en el cual puede haber discursividad, pero lo último no es ni racional ni discursivo. La obsesión ingenua de pensar indirecto porque no dejan hablar claro y cuando dejan hay que hacerlo directo no se compagina bien con el arte. El método del habla indirecta se revela como algo más revulsivo que el directo, por lo general. A partir de ahora, y como ayer, el arte. Para decir todo sobre Larra, la vía más completa, desde el punto de vista racional, es escribir un libro, y en cambio hacemos una obra de teatro. Quizá de algún modo estamos diciendo mucho más, aunque no sea de forma discursiva ni directa.”

Buero llevaba tres años preparando esta obra, lo que significa que la empezó a escribir en el último año de la Dictadura y que la obra fue creciendo al tiempo que moría Franco, se sucedían presidentes de gobierno, se promulgaba una ley de reforma política, se legalizaban partidos y el aire se agitaba entre ilusiones y cuchillos. El dramaturgo, pacientemente, escribía una función que, en un principio, iba a tener una duración mucho mayor de la habitual. De la ambición del proyecto nos habla un reparto de veintitrés actores. Era su vigésimo estreno y la sexta vez que un texto suyo era dirigido por Tamayo.

El director, José Tamayo, opinaba que era el texto más completo y más hondo de intenciones de Buero.

“Creo que esta es la primera vez que Buero afronta el problema del escritor. Su cercanía a Larra es tan visible y patente que casi resulta anécdota muy menor el ‘cómo se dice’, tan importante en el teatro frente al ‘qué se dice’. Buero es explícito aquí: dice que el mundo de Larra y el nuestro son como son. Pero imagina, con Larra, que pudieron y pueden ser de otro modo. Eso se llama un pensamiento, un rigor, un proyecto de redención, una ética.” Así valoraba Llovet, en El País, el asunto de la obra. “La enorme empresa de transferir la problemática de Larra a un escenario la cumple Buero con una propuesta intimidante. Tamayo, una vez más, monta la propuesta con esfuerzo, amor, respeto y seriedad. Los problemas planteados por la multiplicidad de escenas, los saltos de tiempo y espacio, la variedad de lugares y el número de personajes son terroríficos.”

El estreno fue un éxito, uno más de muchos, como señalaba Fernández Santos en Diario 16: “como de costumbre, cada dos o tres años, cosechó una más entre sus incontables noches triunfales.”

La detonación fue el último estreno de gran formato de Buero. Sus obras más célebres fueron objeto de reposiciones, algunas de ellas en importantes producciones de teatros públicos, como El concierto de San Ovidio dirigido por Narros, El sueño de la razón, por Tordera, La Fundación e Historia de una escalera, por Pérez de la Fuente. Pero Buero solo tenía sesenta años cuando estrenó La detonación y le quedaba mucho que decir. En los veintidós años siguientes estrenó siete obras, manteniendo ese ritmo de tres años que parecía haberse impuesto: Jueces en la noche, Caimán, Diálogo secreto, Lázaro en el laberinto, Música cercana, Las trampas del azar y Misión al pueblo desierto.

En 2016, el Centro de Documentación Teatral dedicó el monográfico de su revista Don Galán a la figura de Buero. Hubo importantes homenajes pero muy pocas nuevas puestas en escena. En esta temporada, el Centro Dramático Nacional ha anunciado una importante reposición, El concierto de San Ovidio, dirigida por Mario Gas.

La detonación, estrenada ahora hace cuarenta años, duerme desde entonces la paz de su tinta.