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Efemérides

Unamuno abría la temporada del María Guerrero

9.10.1962
Unamuno abría la temporada del María Guerrero

El 9 de octubre de 1962, el estreno de Soledad y La difunta en el Teatro María Guerrero de Madrid devolvía a Miguel de Unamuno a la cartelera teatral tras un cuarto de siglo de ausencia. Este viaje a la normalidad vino de la mano, una vez más, del director de escena José Luis Alonso.

El teatro de Unamuno – escaso y difícil – apenas había vuelto a los escenarios españoles desde la Guerra Civil. En las bases de datos del Centro de Documentación Teatral encontramos sólo una puesta en escena de Fedra por Dido Pequeño Teatro en 1957, con dirección de Miguel Narros y Margarita Lozano, Vicente Soler, Jesús Puente en el reparto; un par de intentos del TEU – con El Otro – o del Cuadro Artístico de Telefónica – con Fedra – en 1960. Y, por supuesto, el precedente de esta producción, ya que, en 1953, Alonso había montado Soledad en función de arte y ensayo, codirigiendo con Carmen Troitiño. Entre los intérpretes, solo encontramos una coincidencia, María Dolores Pradera, a la que acompañaban José María Rodero, Adela Carboné, Margarita Lozano, José Franco y José María Prada.

Las obras, todo hay que decirlo, no entusiasmaron a parte de la crítica. Ni a González Ruiz en Ya – “que Unamuno no era un gran autor teatral se prueba, entre otras cosas, con esta comedia.” -; ni a Llovet en ABC – “con todo respeto, con muchísimo respeto: Soledad es una mala comedia y La difunta un pobre sainete” - , ni a Pombo Angulo,  que en la Vanguardia dice que se aplaudió al autor y su importancia aunque las obras tienen “poca hechura teatral”. Estos habían sido también los años de la recuperación definitiva de Valle-Inclán, con Divinas palabras en 1961, tras veinticinco años de un silencio apenas roto por muestras de arte y ensayo, y Pombo aprovecha la circunstancia para explicar su mirada con una comparación: “así como Valle-Inclán se nos ha descubierto como un autor dramático, Unamuno no se nos ha descubierto como un autor.” Aunque la frase pueda resultar muy lapidaria, los cincuenta años que hemos vivido después parecen darle la razón: en las bases de datos del CDT encontramos veintitrés estrenos de obras de Unamuno desde 1940 hasta nuestros días, por casi doscientas de Valle-Inclán.

Sin embargo encontramos otra mirada más cercana a la escritura teatral de Unamuno en Adolfo Prego, que planteando los muchos problemas de la obra para que llegue a los espectadores afirma que “En Soledad vibra la tensión de un alma”. La opinión más favorable está firmada por García Pavón en Arriba, donde desmenuza en una larga crítica el teatro “esquelético” de Unamuno, sin carpintería ni “tapicería” teatral, elogia la capacidad de Unamuno para la escritura del sainete La difunta y, tras los aplausos del público, sale “esperanzado” del María Guerrero.

José Luis Alonso había cumplido su misión al mostrar a Unamuno en las mejores condiciones posibles: abría la temporada de su teatro y contaba con la escenografía y figurines de Manuel Mampaso y con un reparto de excepción: José Bódalo, María Dolores Pradera – abrazados en la fotografía de Gyenes / Archivo CDT -, Rosario García Ortega, María Luisa Hermosa, Olga Peiró, José Vivó, Antonio Ferrandis, Alfredo Landa, Lola Cardona y Guadalupe Muñoz Sampedro.