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Estrenos con historia. Luces de bohemia

2.10.2018 Estrenos con historia. Luces de bohemia

Desde el 4 de octubre y hasta el 25 de noviembre de 2018, vuelve a ocupar el escenario del Teatro María Guerrero Luces de bohemia, de Ramón del Valle-Inclán.

 

En esta ocasión, Juan Codina encarna al poeta ciego Max Estrella y Chema Adeva a su inseparable Don Latino. Completan el reparto Jorge Bedoya, Josean Bengoetxea, Paloma Córdoba, Lourdes García, Paula Iwasaki, Jorge Kent, Ascen López, Jesús Noguero, Paco Ochoa, Natalie Pinot, Gon Ramos, Kevin de la Rosa, Ángel Ruiz y Guillermo Serrano. La dirección corre a cargo de Alfredo Sanzol, que ha contado con  Alejandro Andújar para la escenografía y el vestuario, Pedro Yagüe para la iluminación y Fernando Velázquez para la música y espacio sonoro. 

Aprovechamos la noticia del estreno de esta producción del Centro Dramático Nacional para recorrer la historia de esta obra sobre los escenarios. 

En nuestra sección de Efemérides ya hemos contado que Luces de Bohemia llegó por primera vez a los escenarios en 1963, es decir, veintisiete años después de la muerte de su autor y cuarenta después de su edición definitiva.

Fue en París, como parte de un doble e importante acontecimiento. Recordábamos en aquella nota que el magnífico catálogo de la Biblioteca Nacional de Francia nos ofrece las fichas completas de ambos espectáculos:

Por una parte, en el Palais de Chaillot, el Théâtre National Populaire de Jean Vilar, tuvo lugar el 21 de marzo el estreno absoluto de la obra cumbre de Valle-Inclán, Luces de bohemia, con puesta en escena de Georges Wilson, versión de Jeanine Worms, decorados y vestuario de Jacques Le Marquet. El propio Georges Wilson fue Max Estrella; su compañero Don Latino de Hispalis fue encarnado por Lucien Raimbourg, y el largo reparto estuvo integrado por Arlette Schreiber, Irène Chabrier, René Alone, Georges Riquier, Françoise Le Bail, Jean-Pierre Duclos, Jacques Butin, René Cortès Hérédia, Bruno Balp, Jean-Marie Bon, Philippe Avron, Richard Rein, Jean-Paul Arque, Alain Pelletier, Eric Meningand, Jean Allain, Jean Mondain, Pascal Mazzotti, Michel Garland, Roger Saget, Mario Pilar y Jean-François Rémi. 

Un día antes, en el Odéon, la compañía Renaud-Barrault presentaba Divinas palabras, con puesta en escena de Roger Blin, adaptación de Robert Marrast y decorados y vestuario firmados por André Acquart. El propio Jean-Louis Barrault, una de las leyendas del teatro francés, asumía el personaje del Compadre Miau; Roger Blin era Pedro Gailo y la célebre cantante Catherine Sauvage era Mari Gaila. En el largísimo reparto encontramos actores de la categoría de Nicole Kessel, Christiane Carpentier, Annie Bertin, Maria Meriko, Jean-Pierre Granval, Germaine Kerjean, Alice Reichen, Daniel Ivernel...

Esta presencia simultánea de estas dos obras cumbre de nuestra Literatura dramática tuvo un escaso eco en la prensa española; y fue mayor que la noticia del estreno la polvareda provocada por unas declaraciones de una hija de Valle-Inclán criticando con mucha dureza las traducciones utilizadas. Esas declaraciones fueron respondidas de modo contundente por Robert Marrast en un artículo aparecido en la revista Primer Acto que se puede consultar en nuestra Biblioteca.

Valle había sido cubierto por el silencio tras la Guerra Civil. En los primeros diez años de la posguerra, sus obras no llegan a los escenarios. En 1950, Fernando Fernán-Gómez lleva al teatro de cámara El yermo de las almas y comienza un lento redescubrimiento en salas de arte y ensayo, grupos universitarios… hasta en que 1961, José Tamayo pone en pie Divinas palabras. En noviembre de 2011 ofrecíamos en esa sección una nota acerca de los cincuenta años de la puesta en escena de Divinas palabras con la que José Tamayo inaugura el Teatro Bellas Artes, el 17 de noviembre de 1961, con un éxito personal de Nati Mistral y recordábamos que esta obra ya había tenido sus estrenos en España, por la compañía Xirgu - Borrás en noviembre de 1933 y en Francia por la compañía de Marcel Herrand en 1946.

Aunque conviene recordar un primer estreno del grupo sevillano Tabanque, dirigido por Joaquín Arbide – entonces era aún un grupo universitario; más tarde se convertiría en uno de los puntales del Teatro Independiente andaluz - Luces de Bohemia tuvo que esperar para su estreno profesional en España hasta 1970. Fue de la mano de José Tamayo, que, tras un estreno en Valencia y una gira por varias ciudades españolas, recaló en “su” Teatro Bellas Artes de Madrid, un 1 de octubre. Tamayo contó con Emilio Burgos para la escenografía, González para los figurines y Antón García Abril para las ilustraciones musicales. Si bien en el estreno valenciano fue José María Rodero quien encarnó al protagonista, en Madrid fue Carlos Lemos quien asumió el papel Max Estrella. Agustín González fue Don Latino. En el reparto, Mary González, Pedro del Río, Julio Monje, Vicente Fuentes, Antonio Soto, María Jesús Sirvent, Margarita Calahorra, Felipe Ruiz de Lara, Narciso Ojeda, José Antonio Correa, Anastasio de la Fuente, Jesús Lanuza, David Matamoros, Julio Ferrio, Santiago Beltrán, Manuel Gallardo, María Álvarez, Merche Duval, Antonio Pérez Bavood, Luis Lasala y Basilio Saulinake.

La prensa consideró que Carlos Lemos había alcanzado el mayor éxito de su vida artística. Tal vez aquellas dos impresionantes interpretaciones, la de Lemos y la de González – que volvería a encarnar a Don Latino catorce años después en la versión cinematográfica dirigida por Mario Camus en 1985, en la que Paco Rabal asumió el papel de Max Estrella – fijaron definitivamente en el imaginario colectivo estos dos personajes como dos cumbres para una carrera, como puedan ser Lear o Pedro Crespo. La crítica habló también de perfección para referirse a la puesta en escena de un José Tamayo que cumplía veinticinco años con su compañía Lope de Vega y se encontraba en plena madurez creativa. Aquel estreno constituyó uno de los hechos memorables de la época.

Tal vez fuera aquel listón tan alto lo que provocó que no se volviese a poner en escena hasta más de una década después. En esa ocasión, Luces de bohemia se convirtió en una seña de identidad del aún joven Centro Dramático Nacional.

El 13 de febrero de 1984, tenía lugar en París, en el Odeon Théâtre d’Europe, el estreno de la puesta de Luces de bohemia de Lluis Pasqual. La prensa se hizo eco del enorme éxito de la función y del rango de “acontecimiento de la temporada” con que se vivió aquella noche, con la presencia de grandes personalidades de la cultura y de los ministros español y francés.

Había expectación por ver ese trabajo, que se presentaba como plato fuerte en la temporada del flamante Teatro de Europa en que Giorgio Strehler, nombrado por Jacques Lang, había convertido el histórico Théâtre Odeon de París. Este proyecto de Lang, de convertir el Teatro en seña de identidad de una Europa unida, había tenido, cuenta Andrés Amorós en Diario 16, su primer paso el 26 de octubre de 1983, con el estreno de La tempestad en el Piccolo de Milán, dirigido por Strehler; tras el montaje español, llegaría al Odeon La batalla de Arminius, de Von Kleist, por el Teatro de Bochum. Todas esas representaciones se mostraban en el idioma original y hay que recordar que aún no se ofrecían sobretítulos, algo tan habitual hoy en los festivales internacionales. Al tiempo, se ofrecían recitales paralelos en la sala pequeña del Odeon: si Ian McKellen había recitado a Shakespeare semanas atrás, el 11 de febrero hacían lo propio con textos de Valle-Inclán Nuria Espert y Rafael Alberti.

Al tiempo, Lorenzo López Sancho daba noticia en ABC de otra puesta en escena de Luces de Bohemia que se había estrenado en esos días: en el Teatro Ghione de Roma; y el gran Raf Vallone encarnaba a Max Estrella.

Pese a las dificultades que entrañaba mover una producción con ese decorado y un elenco de cuarenta actores, la obra giraría por muchas ciudades: Gerona, Barcelona, Zaragoza, Valencia, Murcia, Vigo, Oviedo, Sevilla, Valladolid, Cádiz, Gijón, Bilbao, Tenerife, Las Palmas... agotando las localidades y haciendo necesario incluso que se proyectara en directo en una pantalla para el público que no había podido entrar a ver la función. “En Bilbao”, comentaba Vicky Lagos en una rueda de prensa, cuando la gira tocaba a su fin, “nos vieron veinte mil personas; y en Sevilla fue preciso poner un notario en la taquilla para que dejara constancia de que ya no había localidades”. En aquella última rueda de prensa, en Las Palmas, se mencionó el coste de la producción: veinte millones de pesetas, de los trescientos con que contaba el CDN como presupuesto para todo el año.

Aquellos dieciocho meses de gira no fueron el final de la aventura. En 1987 se repone y de nuevo llega a Gerona, para luego visitar Moscú, Leningrado, México DF, Monterrey, Córdoba, Alicante... y regresar a cerrar la temporada del Teatro María Guerrero de Madrid.

Volvamos un momento al lunes, 13 de febrero de 1984. Luces de bohemia, de Ramón María del Valle-Inclán. Dirección: Lluís Pasqual. Escenografía y figurines: Fabià Puigserver. Música: Edi Guerin. Intérpretes: José María Rodero como Max Estrella, Carlos Lucena como Don Latino, Montserrat Carulla, Nuria Gallardo, Manuel Alexandre, Paco Casares, Ayax Gallardo, Sandra Toral, Enrique Navarro, Alberto Delgado, Francisco Algora, Vicky Lagos, Félix Rotaeta, Joan Ferrer, José Hervás, Sebastián Laferia, Ricardo Moya, Manuel de Benito, Paco Peña, Enric Benavent, Juan Jesús Valverde, Víctor Fuentes, Cesáreo Estébanez, Julián Argudo, Vicente Cuesta, Juan Gea, Pedro del Río, Chema Muñoz, Pepe Segura, Juan José Otegui, Carlos Mendy, Ana María Ventura, Ana Cuadrado, María Jesús Lara, Rosario García Ortega, Pepa Valiente, Ana Frau, Francisco Merino, Helio Pedregal y Laura Navarrete. Quedan todos esos nombres para el recuerdo, y un magnífico programa realizado por Andrés Amorós y Vicente Alberto Serrano; y un inolvidable cartel de Frederic Amat; y un vídeo en los fondos del CDT, grabado el 15 de enero de 1985.

El dramaturgo Ignacio Amestoy escribía la crónica de aquel estreno para el desaparecido Diario 16: hermanaba en ella a dos mitos, uno de ellos de ficción; recordaba que a la misma hora que en el escenario se velaba al muerto Max Estrella, no muy lejos de allí, en el número 4 de la calle Martel, el que fue Julio Cortázar esperaba su traslado al cementerio de Montmartre.

Veinticinco años después de su primer estreno, José Tamayo recuperaba Luces de bohemia, de nuevo en el Bellas Artes de Madrid. Fue el 10 de octubre de 1996. Un José Tamayo aún en forma volvía sobre la obra de Valle-Inclán, contando esta vez con Pere Francesch para la escenografía y el vestuario y manteniendo la música de Antón García Abril. Carlos Ballesteros fue Max Estrella y Manuel de Blas Don Latino. En el reparto, Carmen Arévalo, Belén Chanes, José Albiach, Antonio Rosa, Aurora Frías, César Sánchez, Roberto Correcher, Ana Malaver, Manuel Brun, Manuel Arias, Ignacio de Paz, Ramón Quesada, Ángel Aguirre, Miguel Delgado, Eduardo Mac Gregor, Manuel Navarro, Jacobo Dicenta, José Hervás y Natalia Duarte. Aquel estreno sirvió para que el entonces presidente de la comunidad autónoma condecorase a José Tamayo, al cumplir este medio siglo de actividad en la escena. “Vivo y animoso, este José Tamayo viene a dignificar nuestra cartelera con un título que debiera estar siempre en ella” escribía Enrique Centeno en Diario 16.

Parece como si la profesión hubiera obedecido el consejo del gran crítico madrileño. Desde 1996 contamos diez producciones en poco más de veinte años: Rafael Campos, Helena Pimenta, Carlos Martín, Ángel Sagüés, Beatriz Barón, Andrés Vicente, Oriol Broggi, Lluís Homar, Alfonso Zurro y Alfredo Sanzol han puesto en escena producciones muy diferentes. 

Don Latino y Max Estrella seguirán recorriendo la noche de Madrid y siendo el espejo deformado en el que miramos, más clara que en ningún otro lugar, la imagen de nuestro siglo.