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Estrenos con historia. 'La hija del aire'

14.5.2019 Recuperamos los montajes de 'La hija del aire' firmados por Lavelli y por Pasqual. Se suman a la visión de Mario Gas que presenta ahora.

ETERNA SEMÍRAMIS

 

En estos días se representa la primera producción de La hija del aire de Calderón de la Barca que ofrece la Compañía Nacional de Teatro Clásico. La Compañía ya había proyectado llevar a la escena esta gran obra de Calderón, en la etapa de Rafael Pérez Sierra como director, para la celebración del cuarto centenario de Calderón, en 2000. Fue una propuesta de Jorge Lavelli, que ya había montado La vida es sueño en la Comédie Française. Aquel proyecto se frustró, pero fue recuperado por Mario Gas en 2004, cuando era director del Teatro Español; desde ese cargo, gestionó la coproducción del Teatro Español y el San Martín de Buenos Aires de La hija del aire de Calderón de la Barca, con un elenco de actores argentinos en el que se reservaba el papel protagonista para la actriz española Blanca Portillo. La dirección corrió a cargo de Lavelli. Gas pudo conocer los estudios que se incluyeron en el volumen de La hija del aire de la magnífica colección de libros publicados por el Teatro Español en esa etapa, coordinada por Ángel Facio. Entre aquellos artículos, encontramos uno del profesor Felipe B. Pedraza, de la Universidad de Castilla – La Mancha, que cuenta el origen del mito de esta reina de Babilonia, a la que se fueron añadiendo capítulos cada vez más espectaculares – hija de una diosa, amante de su hijo y asesino, amante también de uno de sus caballos… -; muchos de sus atributos son los del héroe clásico: parentesco con los dioses, poder sobre los ejércitos, un final prodigioso, ya que asciende a los cielos protegida por las palomas. Tenemos a una mujer en el papel de los grandes héroes masculinos. Un personaje así tenía que llegar al teatro. Entre los primeros que llevan este mito al drama, Pedraza señala al italiano Mutio Manfredi y al español Cristobal de Virués. La gran Semíramis de Virués es, dice Pedraza, “una especie de Ricardo III […] la mujer fatal que va destruyendo a cuantos se enamoran de ella.” Ese personaje malvado va a adquirir otra iluminación en las páginas de Calderón de la Barca, como seguramente la tuvo en la comedia perdida de Lope de Vega La Semíramis.

La hija del aire es una de las grandes obras de Calderón. La obra, monumental, en dos partes – la primera se estrenó el 13 de noviembre de 1653 y la segunda el 16 de noviembre, en palacio y ante el rey Felipe IV - , será destacada, por ejemplo, por Goethe como lo más apreciable de su admirado Calderón. Es una de las obras del gran dramaturgo madrileño que tuvo el favor del público de forma continuada. Sabemos que durante el siglo XVIII se representaba regularmente y que, a finales del siglo XIX, la recupera María Guerrero en una versión de Echegaray, basada en la segunda parte. Esta versión se estrenó el 23 de octubre de 1896 en el Teatro Español, con gran éxito y con elogios de la crítica a María Guerrero, a Fernando Díaz de Mendoza, con quien se había casado en enero de aquel año, y a Francisco García Ortega.

Desde aquella lejana representación de María Guerrero, tenemos que dar un salto de casi un siglo. El joven Centro Dramático Nacional de 1981, que en ese momento estaba dirigido por Nuria Espert, José Luis Gómez y Ramón Tamayo, programó esta obra en una versión del filólogo Francisco Ruiz Ramón, quien había publicado una edición crítica de este texto en la prestigiosa colección Letras Hispánicas de Cátedra, para celebrar el tercer centenario del nacimiento del autor.

En estos días se representa la primera producción de La hija del aire de Calderón de la Barca que ofrece la Compañía Nacional de Teatro Clásico. La Compañía ya había proyectado llevar a la escena esta gran obra de Calderón, en la etapa de Rafael Pérez Sierra como director, para la celebración del cuarto centenario de Calderón, en 2000. Fue una propuesta de Jorge Lavelli, que ya había montado La vida es sueño en la Comédie Française. Aquel proyecto se frustró, pero fue recuperado por Mario Gas en 2004, cuando era director del Teatro Español; desde ese cargo, gestionó la coproducción del Teatro Español y el San Martín de Buenos Aires de La hija del aire de Calderón de la Barca, con un elenco de actores argentinos en el que se reservaba el papel protagonista para la actriz española Blanca Portillo. La dirección corrió a cargo de Lavelli. Gas pudo conocer los estudios que se incluyeron en el volumen de La hija del aire de la magnífica colección de libros publicados por el Teatro Español en esa etapa, coordinada por Ángel Facio. Entre aquellos artículos, encontramos uno del profesor Felipe B. Pedraza, de la Universidad de Castilla – La Mancha, que cuenta el origen del mito de esta reina de Babilonia, a la que se fueron añadiendo capítulos cada vez más espectaculares – hija de una diosa, amante de su hijo y asesino, amante también de uno de sus caballos… -; muchos de sus atributos son los del héroe clásico: parentesco con los dioses, poder sobre los ejércitos, un final prodigioso, ya que asciende a los cielos protegida por las palomas. Tenemos a una mujer en el papel de los grandes héroes masculinos. Un personaje así tenía que llegar al teatro. Entre los primeros que llevan este mito al drama, Pedraza señala al italiano Mutio Manfredi y al español Cristobal de Virués. La gran Semíramis de Virués es, dice Pedraza, “una especie de Ricardo III (…) la mujer fatal que va destruyendo a cuantos se enamoran de ella.” Ese personaje malvado va a adquirir otra iluminación en las páginas de Calderón de la Barca, como seguramente la tuvo en la comedia perdida de Lope de Vega La Semíramis.

 

La hija del aire es una de las grandes obras de Calderón. La obra, monumental, en dos partes – la primera se estrenó el 13 de noviembre de 1653 y la segunda el 16 de noviembre, en palacio y ante el rey Felipe IV - , será destacada, por ejemplo, por Goethe como lo más apreciable de su admirado Calderón. Es una de las obras del gran dramaturgo madrileño que tuvo el favor del público de forma continuada. Sabemos que durante el siglo XVIII se representaba regularmente y que, a finales del siglo XIX, la recupera María Guerrero en una versión de Echegaray, basada en la segunda parte. Esta versión se estrenó el 23 de octubre de 1896 en el Teatro Español, con gran éxito y con elogios de la crítica a María Guerrero, a Fernando Díaz de Mendoza, con quien se había casado en enero de aquel año, y a Francisco García Ortega.

Desde aquella lejana representación de María Guerrero, tenemos que dar un salto de casi un siglo. El joven Centro Dramático Nacional de 1981, que en ese momento estaba dirigido por Nuria Espert, José Luis Gómez y Ramón Tamayo, programó esta obra en una versión del filólogo Francisco Ruiz Ramón, quien había publicado una edición crítica de este texto en la prestigiosa colección Letras Hispánicas de Cátedra, para celebrar el tercer centenario del nacimiento del autor.

Para aquel montaje, Nuria Espert contó con Lluís Pasqual, un joven director al que había conocido unos años antes gracias a su amigo Terenci Moix, quien se lo recomendó para dirigirla en Una altra Fedra si us plau en 1978. Pasqual contó con Fabià Puigserver para encargarse de la escenografía y el vestuario; y con Josep María Arrizabalaga para componer la música del espectáculo. Semíramis fue Ana Belén que encabezaba un reparto integrado por Carmen Casado, Pepita Martín, Socorro Anadón, Magüi Mira, Julián Argudo, Carlos Kaniowsky, Francisco Bernal, Francisco Casares, José Antonio Ferrer, Francisco Algora, Javier Ulacia, Jesús Ruyman, Francisco Guijar, Juan Calot, Juan Meseguer, Carlos Lemos, Juan Jesús Valverde, José Antonio Domínguez y Manuel Pereiro, más cinco músicos en directo. El estreno tuvo lugar en el Teatro Lope de Vega de Sevilla el 25 de abril de 1981, para, tras una breve gira, llegar al Teatro María Guerrero el 16 de octubre.

Hubo de pasar el tiempo, de nuevo. Dieciséis años. El 25 de julio de 1997, el Teatro Stabile de Palermo ofreció una puesta en escena de La hija del aire en italiano en el marco del Festival de Almagro. Fue en el Claustro de los Dominicos, con dirección de Roberto Guicciardini, escenografía y vestuario de Lorenzo Ghiglia e iluminación de Franco Caruso. La música, en esta ocasión, no fue una composición original: se utilizó una partitura de Anton Webern. El reparto estuvo integrado por Lombardo Fomara, Anna Teresa Rossini, Luisa Guicciardini, Edoardo Siravo, Lucia Chirico, Bob Marchese, Fiorenza Brogi, Antonio Silvia, Manfredi Scarffidi Abbate, Gigi Borroso, Luigi lo Cascio, Aldo Reggiani, Tizziana Cona, Patrizia de Bari, Daniela Megna, Maurizio Nardi y Silvia Varelli.

Y, tras aquella frustrada ocasión de 2000, llegó la propuesta de Jorge Lavelli en el Teatro Español, en la primera temporada como director de Mario Gas.

Jorge Lavelli firmaba la adaptación y la dirección de escena, en tanto que la música y la dirección musical estuvieron a cargo de Gerardo Gandini. La escenografía, de  Pace y el vestuario de Graciela Galán tenían, como todo en el espectáculo la marca del director franco argentino, quien firmaba la iluminación con Roberto Traferri. El reparto, como ya se ha comentado, estaba encabezado por Blanca Portillo, pero el resto de los actores eran argentinos: Joselo Bella, Marcelo Subiotto, Luis Herrera, Gustavo Böhm, Cutuli, Eleonora Wexler, Paula Requeijo, Pompeyo Audivert, Alejandro Zanga, Julieta Aure, Sergio Sioma, Daniel Esparza, Adrián Lamana, Francisco Napoli y Emilia Paino, más seis músicos en directo. La función llegó al Teatro Español de Madrid el 21 de diciembre de 2004, tras varios meses de éxito en el en el Complejo Teatral San Martin de Buenos Aires.

La versión de Ruiz Ramón tomaba el texto de Calderón desde su inicio y unía las dos partes de la tragedia. La de Lavelli, en cambio, era una versión de la segunda parte. Hemos elegido ese momento, el inicio de la segunda parte de La hija del aire, para ofrecer algunos minutos de los dos montajes. Como curiosidad, las imágenes – hemos considerado el interés del documento por encima de su calidad técnica – del montaje de 1981 provienen de una grabación realizada en el Festival de Almagro, de ahí que en algún momento se oiga el eco no muy lejano de una motocicleta.

En nuestra biblioteca se pueden consultar excelentes ediciones de La hija del aire, como la mencionada de Ruiz Ramón en Cátedra, con las dos partes de la obra, o la de Díez Borque de 1978 en editora Nacional, que publica tan solo la segunda parte, además, por supuesto, de la edición del Teatro Español de 2004, que contiene una muy interesante selección de artículos y de notas sobre el montaje firmadas por los miembros del equipo artístico.

Dejamos aquí algunas fotografías de las puestas en escena de Pasqual y Lavelli, más una muy especial: María Guerrero como la reina de Babilonia en 1896. En el vídeo: Ana Belén y Carlos Lemos en 1981; Blanca Portillo y el actor costarricense Luis Herrera en 2004.

Y llegamos a la siguiente estación, con Marta Poveda, Mario Gas, Benjamín Prado… que acaba de comenzar sus pasos en Madrid.