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Extracto de la noticia publicada en CDAEM-INAEM , el 11.6.2020.
Rosa Maria Sardá y el Teatro

Rosa Maria Sardá como Poncia en La casa de Bernarda Alba (Foto: David Ruano)

Rosa Maria Sardá y el Teatro

La actriz ha fallecido a los 78 años. Hacemos un breve recorrido por su vida en los escenarios.

Como suele suceder con aquellos actores a los que el cine y la televisión han hecho personajes muy populares, en el adiós a Rosa María Sardá se han dado apenas unas pinceladas sobre la larga, intensa y exitosa trayectoria teatral de Rosa María Sardá (Barcelona, 1941).

Uno de los rostros más populares del cine y la televisión de nuestro país en las últimas décadas, Sardá fue, sobre cualquier otra cosa, actriz de teatro. Lo fue durante más de medio siglo.

Formada en la maravillosa cantera que ha sido siempre en Cataluña un muy apreciable teatro amateur- en su caso, en el barrio barcelonés de Horta -, debutó en el teatro profesional con apenas veintidós años, en la compañía de Dora Santacreu y Carlos Lucena, con obras de Verteuil, Camoletti y Calvo Sotelo, en el Teatro Guimerá; y continuó con Lucena cuando este formó compañía con Luisa de Córdoba en 1964.

Durante toda su carrera usó sus dos idiomas en el escenario: así, en 1965 se incorpora a la Compañía de comedias catalanas y al Teatro cómico catalán, con títulos como Benvingut, mosen Vidal y En Baldiri de la costa.

En 1969 llega un título diferente: El knack, de Ann Jillicoe, traducida por uno de sus amigos más cercanos, Terenci Moix, y dirigida por Ventura Pons, que décadas después la dirigiría en Actrius para el cine. Eran los tiempos del teatro independiente y Rosa María entraba en ese mundo sobre las tablas del teatro Windsor, donde también estrena No juguéis con el amor en primavera. Ese mismo año participa en El mon per un forat, donde coincide con Montserrat Carulla: su primera vez en el Romea.

En 1972 , participa en el estreno del espectáculo Xauxa, de La Trinca, el célebre trío cómico, en el Teatro Español de Barcelona. Durante décadas, Rosa María será pareja de Josep Maria Mainat, uno de los tres integrantes de La Trinca, y será una asidua colaboradora de sus trabajos, como Mort de gana show, de 1973, en la que participan también Jordi Teixidó, Maria Aurelia Capmany, Fabiá Puigserver, Iago Pericot…; o  Tartan dels micos contra l’estreta de l’ensanche, en 1974, con texto de Terenci Moix.

Con el final de la dictadura, Rosa Maria se propone nuevos retos. En 1978 se pone a las órdenes de Mari Paz Ballesteros para hacer un Esperando a Godot exclusivamente interpretado con mujeres.  Y en 1979 estrena por primera vez una obra del que será uno de sus grandes compañeros en este viaje de décadas: Descripció d’un paisatge, de Josep Maria Benet i Jornet, de quien había hecho para en televisión, en 1975,  una adaptación de Una vella, coneguda olor. Benet y Terenci Moix se habían unido ese año para escribir Quan la radio parlava de Franco, con dirección de Joan Ollé, y Rosa María no podía no estar en aquel proyecto.

En 1980 hace su primer trabajo para el Teatre Lliure. Con los nombres mencionados hasta ahora y sus primeros pasos en Horta, era un encuentro inevitable. Se incorpora al reparto de El balcó, de Genet, con dirección de Pasquall, escenografía y vestuario de Puigserver y un reparto en el que encontramos los nombres históricos de esa compañía: Reixach, Soldevilla, Lizarán, Homar, Novell, Lucchetti…

Entonces llegaron los programas más celebres en la televisión, Ahí te quiero ver, con La Trinca,  y la actividad de Sardá se detiene unos años. La televisión hace de Sardá una de las personas más populares del país. Pero no se acomoda en la popularidad, necesita volver a su oficio.

Vuelve con una novedad: su primer estreno en Madrid, en el Teatro María Guerrero. En 1986, Rosa María Sardá es la Madre coraje de Lluís Pasqual en el Centro Dramático Nacional, tal vez uno de los grandes momentos – no hubo pocos – de su carrera.

Poco después, su inquietud le lleva a probar un nuevo camino y estrena su primera obra como directora de escena, Ay caray, de su amigo Benet i Jornet, en el Lliure.

En los noventa vuelve a trabajar de manera más continuada en los teatros de su ciudad: en 1992 estrena L´hostal de la glòria, de Josep Maria de Sagarra, con el Centre Dramatic de la Generalitat de Catalunya, dirigida por Pep Montanyés, en el Romea. En  1994 repite con el CDGC para estrenar como directora Fugaç, de Benet i Jornet. Continúa trabajando como directora de escena en Shirley Valentine, que estrena en 1994 en la sala Villaroel, y en 1996, con una  producción del CDGC, El visitante, de Scmitt. El trabajo como directora de escena resulta más compatible con los muchos compromisos de cine y televisión de aquellos años y le permite no separarse de su raíz, el teatro.

Vuelve a pisar las tablas en una ocasión que lo merece especialmente: en 2000 estrena en el Teatre Nacional de Catalunya Olors, de Benet i Jornet, dirigida por Mario Gas.

En 2003 protagoniza una obra que inevitablemente se recordará estos días, Witt, de Margaret Edson, producida por Fernando Trueba y dirigida por Lluís Pasqual. 

Se hace evidente que los estrenos dejan espacio para los muchos compromisos de audiovisual: cine, televisión, incluso sus célebres presentaciones de los premios Goya… pero hay proyectos teatrales para los que encuentra el tiempo suficiente, como Tre dramolett de Bernhard, en la que participa además en la adaptación con la directora Carme Cané; o como Petó public, que dirige en 2008.

En 2009 llega otro de sus grandes momentos sobre el escenario: será la Poncia que le dé la réplica a la Bernarda Alba de Núria Espert, en el memorable montaje de Lluís Pasqual, en la Sala petita del Teatro Nacional de Catalunya y en el Matadero de Madrid.

Y vuelve a su Teatre Lliure. En 2011, con un espectáculo bien explícito: Sagarra dit per Rosa Maria Sardá, de nuevo dirigida por Carme Cané. En 2012, con Cartes impertinents, de Maria Aurelia Capmany, dirigida por Pau Carrió, en el otro Lliure, el de Montjuic. En ese año protagoniza Dubte, de Shanley, dirigida poe Silvia Munt para el Grec de Barcelona, y saca tiempo para participar en una creación colectiva: Mgogoro, con Jaume Policarpo, Carol López y Matías Feldman.  Como vemos, con cinco décadas de teatro a sus espaldas, Rosa María no ha querido dejar pasar ocasiones para hacer cosas nuevas. De hecho, poco después, tiene una participación como actriz invitada en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, en El caballero de Olmedo, con dirección de Pasqual.

De regreso a casa, participa en De Damasc a Idomeni, en 2016, en el Lliure, un proyecto que unió a 20 autores, 20 directores y 20 intérpretes para reflexionar sobre la emigración y para ayudar a la ONG Open Arms. Se despidió del Lliure con el estreno en 2018 de Berenice, de Racine, de nuevo dirigida por Pasqual.

Aún tuvo tiempo para dirigir a Meritxell Yanes, Mercé Pons y Miriam Iscla en 2019 en Credoinunsolodio, de Stefano Massini, en Temporada alta de Girona.

Para decirlo todo, también hizo cerca de cincuenta películas – hemos mencionado Actrius; vale la pena mencionar, del mismo director, Caricies y Amic / Amat – y muchos programas de televisión, entre los que destacó en los últimos años Abuela de verano.

Hemos usado, para redactar esta nota, los materiales que están disponibles en nuestra página web y a los que se puede acceder para consultar repartos completos, fotos, vídeos, programas… de todas las obras aquí mencionadas.

La Teatroteca del CDAEM ofrece dos botones de muestra de la trayectoria teatral de Rosa María Sardá: Madre Coraje y La casa de Bernarda Alba.