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Extracto de la noticia publicada en Diario de Sevilla , el 9.2.2019.
Salvador Távora, adiós al padre del teatro en andaluz.

Salvador Távora en su teatro. (Archivo CDT)

Salvador Távora, adiós al padre del teatro en andaluz.

El dramaturgo y director de La Cuadra fallece a los 88 años en Sevilla

El 8 de febrero, sin previo aviso, se ha convertido ya en una fecha tristemente relevante para la historia del teatro español. En su madrugada nos dejaba Salvador Távora (Sevilla, abril de 1930) y con él, el testimonio vivo de casi medio siglo de la historia de España. Cantaor, obrero soldador, torero de vocación frustrada… Távora fue, por encima de todo, un inmenso creador, curioso y autodidacta, y un hombre comprometido con su tierra y con sus orígenes al que nada ni nadie logró nunca mudar sus convicciones. Este humilde sevillano de barrio, sin embargo, es el responsable de que España, o mejor dicho Andalucía, se situara durante los años oscuros en el mapa del teatro internacional. (…) la irrupción de Quejío (1972), su primer trabajo, colocó al teatro andaluz en la primera línea de la vanguardia internacional. Se sabe que fue la inteligencia de José Monleón la que convenció al Teatro Estudio Lebrijano para que utilizara en Oratorio, convertida en la pieza más destacada del Festival de Nancy de 1971, el arte andaluz más autóctono: el flamenco. Pero fue Távora, que actuaba como cantaor en Oratorio, quien lograría revolucionar la escena española con Quejío, un sencillo trabajo que se ensayó en La Cuadra, un bar regentado por Paco Lira en el que se reunía la izquierda clandestina sevillana y que la policía definía como “un jardín de silencio donde hasta las paredes hablan”. (…) Fue también Monleón el que aconsejó catalogar a Quejío como espectáculo flamenco, arte abstracto y ampliamente instrumentalizado al que los censores prestaban mucha menor atención que al contestatario teatro de grupo que empezaba a germinar. Fue así como Quejío triunfó en el TEI madrileño en febrero de 1972 y, más tarde, a lo grande, en el Festival de Nancy (dirigido a la sazón por Jack Lang, posteriormente ministro de Cultura), en el Auditorio de la Sorbona de París y en otros muchos escenarios (se hicieron 471 funciones) hasta llegar a 2018, año en que se repuso en la Bienal de Flamenco de Sevilla y el Festival Flamenco Madrid para celebrar los 45 años de su creación. (…)  A partir de ahí, el teatro de La Cuadra ha sido un continuo viaje de ida y vuelta entre lo intelectual y lo visceral, entre las vanguardias artísticas y los tambores de la Semana Santa, o los del Rocío, que él consideraba semejantes a las manifestaciones báquicas, entre el mundo y Sevilla. Porque, salvo excepciones como Andalucía Amarga, todo ese universo suyo, hecho de sonidos de aromas andaluces, tan simétrico y tan libre al mismo tiempo, fue desarrollándose en su local del Cerro del Águila. Allí, sentado en su silla de enea verde, con la colaboración inestimable de su asistente, la francesa Lilyanne Drillon, que se unió a La Cuadra en Nancy para no abandonarla jamás, ha creado esas obras que llegaron a más de tres millones de espectadores de todo el mundo. (…) Aunque su vena creadora no se agotó en el siglo XXI, como demuestran sus últimos trabajos Don Juan en los ruedos (2000), Yerma Mater (2005), Rafael Alberti, un compromiso con el pueblo (2010), y Memoria de un caballo andaluz (2012), la última gran apuesta del creador ha sido el Teatro Távora. Un pequeño espacio que, junto a su Carmen, sigue programando teatro, danza y flamenco a pesar de los problemas económicos que lo amenazan. (…)

(Rosalía Gómez. Sevilla)