La repercusión inmediata de la circunstancia política en la creación teatral deja en la prensa algunas evidencias elocuentes, relacionadas con aspectos variados de la función de los dramaturgos, principalmente. Pueden ser consideradas, en primer lugar, las piezas representadas en 1942 que fueron escritas por autoras, como son los casos de los estrenos de El tío claridades, comedia de Pilar Millán Astray, en Barcelona; de Fuegos fatuos, comedia de Dora Sedano, en Madrid; y de Rosa chilena, de Antonia Sánchez Giménez, en varias ciudades del norte. Otros estrenos mencionados en la prensa comparten el rasgo de ser debidos a autores noveles o de no muy larga trayectoria, tal como sucede con Canción de navidad, de Ernesto Burgos; Riesgo y ventura de Pérez, de Luis Lamana; Marsalia, del Marqués de Cárdenas; Ella, él... y un pobre hombre, de Luis Molero; Mi primo Jaime, de Antonio Escuder y Antonio García de Burgos; o La viuda de Alegre, estrenada en Barcelona por Antonio de Armenteras, que publica una autocrítica en la prensa de la ciudad.

Varios estrenos y lecturas teatrales del año son debidos a autores que realizan su actividad principal en otras esferas, como el periodismo y la literatura: el poeta, crítico literario y redactor Lope Mateo; el crítico teatral Emilio Morales de Acevedo; José  Santuguini, a quien el informador de Arriba se refiere como “nuestro camarada”; el escritor barcelonés Valentín Moragas Roger; los escritores Bartolomé Soler y Samuel Ros, entre otros. Algunos actores, como Tomás Borrás, Ricardo Alpuente o Federico García Sanchiz, también dan a conocer mediante la imprenta o el escenario piezas de las que ellos mismos son autores.

La prensa también da cuenta de varias lecturas de piezas de Horacio Ruiz de la Fuente, una de las cuales tuvo lugar en el domicilio del Delegado Provincial de Educación. Otra información se refiere a las obras premiadas en el concurso organizado por el semanario Barcelona teatral. El fallo de otro concurso, organizado por el Teatro Español y (como se ha dicho) declarado desierto, es publicado con el colofón “Por Dios y por España y su Revolución Nacionalsindicalista”, que precede a la relación de miembros del jurado, entre los que se incluyen conocidos nombres del teatro y de las letras.

Entre las objeciones publicadas más llamativas, el diario La Vanguardia incluye en su crítica de El amo de los caireles un reparo moral hacia un motivo que, sin embargo, resulta posible identificar con facilidad también en La malquerida de Benavente. Por su parte, el diario Ya recrimina a los empresarios que rechacen Andrea, de Bartolomé Soler, con el pretexto de la dificultad entrañada por su complejidad escenográfica.

La relación, ya descrita, entre la autoridad política y la actividad teatral se traduce con frecuencia en la aparición en la prensa de disposiciones reguladoras, que se refieren al cambio de la hora de cierre de las salas (las 12:30); a la contratación de espectáculos (como se ha dicho, mediante regulación del Sindicato Local de Espectáculos Públicos); a la obligatoriedad de la figura del representante (emanada también del S.L.E.P.); a la publicación (también de parte del S.L.E.P.) de un proyecto de tipo legal de contrato para artistas de circo y variedades; a la convocatoria, por parte de la Dirección General de Seguridad, de una reunión de la Junta Central Consultiva e Inspectora de Espectáculos; o al aviso publicado por el Montepío de Actores para sus pensionistas.