Antología Teatral Española,
un mapa de la dramaturgia española:
más de 30 años editando teatro desde la universidad

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De Alberto Miralles, la colección edita en 1995 La felicidad de la piedra (fig. 10), un thriller dramático en el que un periodista, José Luis Vera, debe investigar la muerte y la vida de Eduardo Verdú, profesor de la Universidad de Valencia, cuyo cuerpo aparece calcinado en el interior del ninot de una falla. La pieza combina la intriga política con ciertos elementos costumbristas que anclan los acontecimientos en la Valencia de los años de esplendor. El viaje al conocimiento de los acontecimientos llevará al periodista a enfrentarse con los fantasmas de su pasado en un proceso de purificación ritual paralelo a la muerte de Verdú. Más allá de la construcción dramática de la intriga que mantiene al lector atento hasta la última línea, resulta de gran originalidad el enfoque narrativo que enmarca toda la pieza y que la hace enormemente interesante desde el punto de vista escénico. El lector asiste a la recuperación de los acontecimientos desde la memoria del protagonista; todo se cubre así de un aire onírico, permitiendo que la aparición y desvanecimiento de los espacios y los personajes cobre cuerpo desde el trabajo colectivo de un coro que hace y deshace cada una de las situaciones escénicas. El saber escénico de Miralles y su experiencia como director al frente de la compañía Cátaro Teatro enriquecen la construcción dramática de una pieza de gran interés. La introducción de Patricia Trapero Llobera (Universidad de las Islas Baleares) mantiene la línea de la colección acercándonos al texto desde las lecturas escénicas que podría despertar el texto de Miralles en hipotéticos directores del futuro. De Martínez Ballesteros publica la ATE en el 2000 (número 38) Tiempo de guerrilla (fig. 11), un emocionante texto sobre el conflicto bélico que dividió España en dos mitades, contemplado desde la mirada republicana. El subtítulo “apuntes de tragedia para memoria histórica” ya anuncia la vindicación de la memoria histórica que cobra particular auge en los albores del nuevo milenio en el que el texto es rescatado. Esta emersión viene a poner en valor la necesidad de escuchar y recordar los discursos silenciados por la dictadura para devolver a buena parte de la sociedad una identidad negada y sustraída desde hacía largo tiempo. La precisa y profunda introducción de Isabelle Reck nos permite una lectura más sagaz y más profunda del texto. No podemos olvidar tampoco la adecuada edición conjunta de los Cuatro happening de López Mozo, que reciben así unidad editorial, pues alguno de ellos había sido publicado separadamente; la edición de Agripina, de Fermín Cabal, con introducción de César Oliva Bernal, o la de La última pirueta, de José Luis Alonso de Santos, con introducción de Wilfried Floeck.

Muy interesante es también la publicación de Bartolomé encadenado, de José Sanchis Sinisterra (fig. 12) en el 2015, con estudio introductorio de Manuel Aznar Soler. En este caso, no obedece la publicación al rescate de un texto inédito del fecundo autor valenciano, sino que el texto es una reciente obra de encargo que Ramón Simó, entonces director del Festival Grec de Barcelona, le pidió al autor para ser representada en el verano de 2014 en el seno de dicho festival. Esta “comitragedia” responde a la petición de un texto dramático sobre el mundo actual que tuviera alguna vinculación con la tragedia griega. Sanchis Sinisterra opta así por un personaje construido sobre la memoria de Christolaus, farmacéutico griego jubilado que se suicidó frente al parlamento griego en abril de 2012, dejando unas breves líneas manuscritas en las que daba cuenta con absoluta claridad del sentido político de su suicidio. El autor funde este personaje con el Prometeo encadenado de Esquilo, reinventando el mito de Prometeo desde nuestro contexto histórico, político y social de profunda crisis económica.

Nuevos tiempos, nuevas voces

Pero la Antología Teatral Española no olvida a la generación de los noventa, o también nominada “generación Marqués de Bradomín”. Los premios de tan valleinclaniano nombre revelan en la década de los noventa la aparición de un grupo de jóvenes autores de enorme riqueza en la dramaturgia española. En el 2001 la Antología publica El jardín quemado, de Juan Mayorga, prologado por un estudio de Virtudes Serrano (fig. 13). En aquel momento, el dramaturgo apenas contaba con cinco o seis textos publicados, cuya edición responde en los más de los casos a los galardones con que resultan premiados. El jardín quemado ubica su acción en los años 70, en plena transición a la democracia. Benet, un joven psiquiatra recién salido de la facultad, desembarca en una isla indeterminada para descubrir la verdad que se esconde en el sanatorio de San Miguel. Sospecha que el hospital funcionó como presidio durante la Guerra civil, y que el director actual, el doctor Garay, es responsable de la muerte de un célebre poeta republicano y sus once compañeros de viaje. Decidido a desenmascarar a un cómplice de la represión franquista, interroga a los internos. Lo que va descubriendo, sin embargo, no es lo que esperaba, y en el proceso se derrumban las conclusiones morales que traía preparadas de antemano. La visita al pasado histórico, desde la dramaturgia de Mayorga, se convierte en constelación dialéctica que súbitamente nos ilumina desmontando prejuicios y produciendo un conocimiento sobre nuestra identidad. Esta pieza supone, por tanto, otra muestra del fértil teatro de memoria histórica que cobra en nuestra dramaturgia particular énfasis en el final del siglo pasado y en los comienzos del presente.

Merendabais a oscuras, de José Maria Benet i Jornet (fig. 14), constituye el trigésimo número de la colección. Enric Gallén, especialista en la escena catalana y catedrático de traducción en la Pompeu Fabra, es en esta ocasión el encargado de su edición, en la que incluye un cuidadoso examen de la ya entonces larga e intensa carrera como dramaturgo de Benet i Jornet, así como un agudo análisis de la pieza. El marco de la obra de Benet i Jornet que publica la ATE viene dado por el intercambio de misivas entre dos mujeres: Fanny y Monserrat. Desde este “presente”, ubicado cronológicamente en los años 70, se convocan los recuerdos de diez escenas de costumbres emplazadas en la España de los años cincuenta, en la que no era extraño merendar a oscuras para poder asumir el pago de la factura mensual de luz. Así ilustra el autor “la miseria material y moral de un tiempo”, valiéndose del empleo de alteraciones narrativo-temporales de origen brechtiano como son las mismas cartas, los rótulos o las proyecciones que las acotaciones describen. El estreno de esta pieza en 1973, al que no siguió un gran éxito de crítica por considerar que permanecía anclada al teatro realista de los 50, impulsa al dramaturgo en la búsqueda de nuevas fórmulas dramáticas.

En el 2003, el número cuarenta y dos de la Antología publica Pepe, el romano, de Ernesto Caballero, con introducción de Mariano de Paco (fig. 15). El mismo título, así como el subtítulo que lo acompaña, “sombra blanca de Bernarda Alba”, explicita la secuela y homenaje que supone el texto de Caballero respecto al de García Lorca. El dramaturgo revela a los hombres silenciados en García Lorca, les otorga voz, una palabra que supone una interesantísima reelaboración del lenguaje lorquiano. Nos ofrece Caballero “la otra cara del drama de mujeres” que Lorca compusiera en 1936. En torno a la figura del granadino publica también la Antología en 1999 un emocionante título: Víznar o muerte de un poeta, de José María Camps.

De Raúl Hernández Garrido publica la ATE en el 2013 Todos los que quedan (fig. 16), texto en el que asistimos a la reunión de una investigadora y un anciano superviviente de Mauthaussen. Revela el texto el necesario viaje al pasado que debe realizar la protagonista en la búsqueda de su padre, cuya identidad, desconocida para ella, ha sido usurpada al tiempo por otro superviviente de los campos de concentración. La necesidad del conocimiento del pasado para afianzar la identidad personal y social filia la pieza al teatro de memoria que ha gozado de un reciente apogeo en el cambio de siglo. Deviene además el texto en homenaje al recuerdo de muchos exiliados españoles que padecieron la implacable tortura nazi en Mauthausen.

Las mujeres también escriben teatro

Significativa es la presencia de dramaturgas en la Antología Teatral Española que por fin en la segunda mitad del pasado siglo comienzan a conquistar una visibilidad sistemáticamente arrebatada. Entre ellas están los nombres y los textos de Carmen Conde, Paloma Pedrero, Carmen Resino, María-José Ragué, Antonia Bueno, Concha Romero, Pilar Pombo, Diana de Paco o Gracia Morales.

La desatención que ha sufrido el teatro de Carmen Conde es someramente paliada desde la publicación en 1995 de una de sus piezas aún inéditas. El número vigesimoquinto de la colección corresponde a Nada más que Caín, de Carmen Conde (fig. 17).Esta pieza, escrita en la primavera del 1960, ve la luz treinta y cinco años después de su escritura, a apenas un año de su fallecimiento. Comporta el texto la tragedia primigenia del Antiguo Testamento, siguiendo la máxima aristotélica que propone los lances patéticos entre familiares como los más potentes y efectivos dramáticamente. El canto inaugural de Eva se hace presagio de la inminente tragedia, al tiempo que crónica del abandono del paraíso perdido. Es de justicia ponderar el exquisito acento poético de los dos primeros actos, ubicados en el tiempo primigenio, en los que el tono salmódico y el letánico se suceden con enorme maestría. El tercer acto propone un curioso giro en la tragedia que viene a revelar la perpetuación en el tiempo del mal y el odio primeros en una multiplicación ad infinitum del crimen y la envidia primigenia del primer hombre a través de un experimento futurista. Antonio Morales, especialista en la dramaturgia de la cartagenera, se ocupa de la edición. Uno de los regalos de la introducción que posibilita la cercanía de la académica con el mundo teatral murciano es la reproducción de una de las cartas que la dramaturga escribiera al actor Julio Navarro, dándole cuenta de las razones de la escritura de este texto, inspirado directamente por su interpretación en Lázaro de André Obey representado por Dido Pequeño Teatro en Madrid en 1960: “pase lo que pase (y yo sé que cuesta mucho estrenar), quiero que sepas que Caín se escribió para ti”. Morales revisa en la introducción la presencia del tema cainita en la literatura dramática española señalando hitos tan decisivos como El caín de Cataluña, de Rojas Zorrilla, o El otro, de Unamuno. Pondera asimismo la belleza misteriosa de este drama bíblico en el que Conde emplea elementos rituales que dan a la pieza un aire de auto desacralizado, que ancla su base no en dogmatismos sino en un profundo humanismo.

El número 15 de la colección nos ofrece las Noches de amor efímero de Paloma Pedrero con cuidada introducción y sagaz análisis de la mayor especialista en la dramaturgia femenina del siglo XX, Virtudes Serrano (fig. 18). Tres de estas noches de amor efímero, que cuentan ya con un lugar consolidado en la historia de la dramaturgia femenina de nuestro país, son publicadas por vez primera de forma conjunta por esta colección (Esta noche en el parque había sido publicada por la revista Estreno en la primavera de 1990 y La noche dividida apareció junto a El color de agosto en 1989). Esta noche en el parque dramatiza un encuentro en el parque entre una joven y un hombre casado con el que mantuvo un efímero episodio erótico. Los roles de víctima y victimario se alternan en esta pieza en un eficaz juego dramático. En La noche dividida, Sabina espera la llamada de su novio francés para poner fin a una relación que la subyuga, cuando un vendedor de biblias toca a su puerta y se inicia un disparatado y divertido diálogo. En Solos esta noche asistimos al forzado encuentro en un metro cerrado de Carmen, hastiada de su existencia, y José, que trabaja como obrero de la construcción. Estas piezas quedan así unidas en su publicación conjunta dentro de la colección bajo el título de Noches de amor efímero. El título contiene así, según apunta Virtudes Serrano, los elementos transversales que las dotan de unidad: tanto el tema del amor como la concurrencia de una doble noción temporal: la nocturnidad que propicia la presencia de lo ilógico y lo imposible, y la transitoriedad y fugacidad que implica el adjetivo que las califica. El número vigesimoséptimo supone la publicación de una pieza de otra de las dramaturgas fundacionales de la escritura femenina en España: Carmen Resino; la introducción de Bajo sospecha (Tiempo de Gracia) corre a cargo de Robert L. Nicholas (fig. 19).

En 2009 se publica un texto que constituirá una referencia en la dramaturgia femenina de la generación más reciente: Polifonía, de Diana de Paco, con introducción de Wilfried Floeck (fig. 20). Aborda Diana M. de Paco en este texto –escrito en 1999 y publicado previamente en el número 291 de Primer Acto (2001)– la tragedia clásica desde la voz de la mujer. Asistimos así al encuentro de las voces de cuatro heroínas clásicas –Fedra, Medea, Clitemnestra y Penélope–. Desde la cárcel de su conciencia, tejen el recuerdo de sus vidas y explican las razones de sus crímenes. El texto se organiza mediante la alternancia de una suerte de agones y estásimos que recuerdan la estructura clásica. Los episodios que reproducen los enfrentamientos con el hombre –Teseo, Jasón, Agamenón, Orestes y Ulises– se intercalan con escenas corales en las que las cuatro mujeres comentan y reflexionan sobre cuanto ha sido evocado por el recuerdo. Se combinan en la pieza dos temporalidades y dos grados de realidad, el pasado convocado y el presente desde el que se convoca, las evocaciones y el marco que las contiene. El enfoque es ya distinto al clásico. Son ellas, víctimas y asesinas, quienes presentan el conflicto desde su óptica y defienden sus posturas. Floeck subraya desde la introducción “el protagonismo de heroínas femeninas, la representación de la mujer como transgresora de las leyes de su sociedad y como víctima y delincuente a la vez”, así como “la importancia significativa del tema de la culpa y la expiación” (Floeck, 2009: 12). Desde esta cárcel metafórica, las cuatro mujeres míticas pretenden purgar sus culpas o al menos ser comprendidas. “La de los remordimientos es tierra común” (De Paco, 2009: 44), afirma Penélope en la escena primera. Clitemnestra justifica su filicidio argumentando que mató “en nombre de la justicia, para cumplir una ley divina” (De Paco, 2009: 58). Medea expone las razones de sus crímenes, “unas razones que nunca nadie, nunca, ha sabido comprender” enmascaradas en amor maternal (De Paco, 2016: 59). Desde la óptica femenina con que ahora se enfocan los acontecimientos, los hombres devienen “asesinos injustos, no como nosotras –dirá Clitemnestra–, asesinos sin principios” (De Paco, 2009: 59). No asistimos a un combate frente a frente, sino al conflicto subjetivado desde la mirada de la mujer, obviada durante siglos de preponderancia de lo masculino. Esta pieza de Diana M. de Paco contiene ya la semilla de la construcción dramática que desarrollará la dramaturga en textos posteriores. Encontramos así la convivencia del elemento narrativo con el mimético, la elección de un pasado recobrado mediante distintos mecanismos, la focalización del conflicto desde la mirada y la voz del personaje femenino o la creación de espacios irreales de la confesión –a menudo situados más allá de la muerte o en la propia conciencia del personaje–.

También recoge la colección una pieza de Ragué-Arias, más conocida por sus intervenciones en el ámbito teórico y crítico de lo teatral (fig. 21), o, en 2007, en el número 45, Éramos tan jóvenes, de Antonia a Bueno, en la que se nos propone un viaje en el tiempo a través de un triángulo afectivo en el que todos son testigos de los acontecimientos político-sociales y culturales de la España del último cuarto del siglo XX. La colección nos da a conocer El caso de Garay, de Gracia Morales, desde la cuidadosa y sagaz introducción de Carmen Márquez (fig. 22). La pieza, organizada en cuarenta escenas que se suceden y se desarrollan en tres espacios distintos que confluyen y se superponen continuamente en el desarrollo de la obra, comporta los tres mundos en los que vivimos en la sociedad presente, con sus propias realidades, que se superponen y entrecruzan, Homo sapiens, homo videns y homo tecnologicus: tres seres que conviven en una misma realidad superpuesta.