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Leer, escribir teatro

 ( El teatro en el instituto - I )

Jugando a escribir teatro
Del diálogo con autores a la creación de textos

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CENA CON PAPÁ
Alba López Ayuso
1º Bachillerato. IES Antonio Machado (Alcalá de Henares)


En el salón de la casa. Daniela espera intrigada a que venga Jonathan. Entra limpiándose los pantalones porque se ha vuelto a encontrar con el perro. Daniela se tira a Jonathan con mucha alegría, ya que tenía muchas ganas de verle.

DANIELA.– ¡Mi amor, Dios, cómo te echaba de menos! (Salta encima de él.)

JONATHAN.– Cari, qué alegría verte en serio… Podríamos irnos a tu habitación como hacemos siempre… Por aquí no me fío… (Limpiándose todavía los pantalones.)

DANIELA.– No pasa nada porque nos veamos aquí, si te dije que te colaras por esta ventana es porque tengo la situación controlada.

JONATHAN.– ¡Claro que sí, amor, hasta que un día, aparte de comerme tu perro, me vea tu padre!

DANIELA.– ¡Cari! ¿Ya está bien, ¿vale? Bastantes cosas me juego como para que me estés poniendo pegas.

JONATHAN.– ¡No, si te parece te aplaudo! Yo también me juego que tu padre me mate

DANIELA.– Eso no va a pasar, ya llevamos viéndonos un mes y medio y no ha pasado nada. Tú tranquilo, además, se ha ido a comprar al pueblo de al lado y siempre se entretiene con un amigo que tiene allí.

JONATHAN.– Vale, vale, pero yo no quiero saber nada… (Daniela se sienta en el sofá y le hace un gesto juguetón para que se siente con ella. Este accede y la da un beso.)

DANIELA.– (Le acaricia y le mira.) No sabes lo muchísimo que te echo de menos, gracias a ti consigo olvidarme de lo que estoy pasando con el divorcio de mis padres. (Él  le da un beso en la frente.) Te quiero muchísimo, mi amor, gracias por alegrarme los días y hacer todo lo posible para poder verme.

JONATHAN.– Deja de dármelas, sabes lo muchísimo que te quiero yo a ti, y las cosas que haría para sacarte esa sonrisa tan bonita que tienes… (Ella se ríe y ríe y le da en el brazo.)

DANIELA.– ¡Oye!  ¿Qué cursi te pones no? (Y se ríe.)

JONATHAN.– Encima que te digo cosas bonitas… Luego dices que soy un soso ¡pegajosa!  (Y le da con el dedo en la frente.)

DANIELA.– Oye, si te digo soso es por algo, y yo no soy pegajosa, pero es que te pones delante de mí… (Él se va acercando poco a poco a ella.) ¡Oye, que estoy hablando!

JONATHAN.– ¿Qué pasa, que no le puedo dar a mi novia un beso ya o qué? (Le da un beso en la mejilla.).

DANIELA.– Pero estaba hablando… (Le sonríe.)

JONATHAN.– ¡Oh, por Dios! Lo siento, sosa…

DANIELA.– ¿Sosa? ¡Perdona, pero yo no te escribo una carta en plan súper romántico y con tal de rellenar el folio entero pongo mil “te quieros” en grande…!

JONATHAN.– Pues los “te quieros” quedaron muy bien, y te escribí cuatro líneas con mucho contenido, ahora ya sabes lo mucho que te quiero….

DANIELA.– Sí , sí…

Suena la puerta del patio y se escucha ladrar al perro. Se asustan.

JONATHAN.– ¿Qué ha sido eso?

DANIELA.– (Segura de sí misma.) Tranquilo, habrá sido el vecino de enfrente, que se escucha un montón su corredera.

JONATHAN.– No, no, yo diría que es aquí.

DANIELA.–  Estás pesado, ¿eh?

Se escucha de lejos la voz de Adolfo, padre de Daniela.

ADOLFO.– ¡Cariño! ya estoy en casa, voy a la ducha cielito.

DANIELA.– (Muy nerviosa.) ¡Oh, Dios, qué hago!

JONATHAN.– ¡Que qué haces! ¡Qué hago yo! ¡Dios, Dios, te lo dije!

DANIELA.– ¡Mantengamos la calma!

JONATHAN.– (Interrumpiéndola.) ¿Que mantengamos la calma? ¡No, si quieres nos tomamos un café bien calentito!

DANIELA.– ¡Dios, qué puedo hacer! ¡Ya sé, escóndete detrás del sofá!

JONATHAN.–  Mi amor… ¿No será mejor que salte por la ventana?

DANIELA.– ¡No, ahora no!

JONATHAN.– Cariño mío… Llevo saltando me las ventanas de tu casa un mes y medio, yo creo que no me va a pasar nada por volverlas a saltar.

DANIELA.– ¡Jonathan! ¡Ve al sofá! Escúchame, ahora no puedes irte por la ventana porque al salir del patio se va a escuchar la corredera y mi padre está en el servicio y lo oirá.

JONATHAN.– (Se esconde detrás del sofá y se asoma.) Genial, cuando pase todo me avisas, ¿eh?

Aparece el padre con un albornoz puesto, con una toalla en el pelo y la espuma de afeitar echada en la cara.

ADOLFO .– ¿Qué tal, cariño?

DANIELA.– (Muy nerviosa.)  Eh… Bien, ¿y tú, papi? (Muy nerviosa.)

ADOLFO.– Bien (Se ríe.) Que me acabo de dar cuenta de que es domingo y la tienda está cerrada…

DANIELA.– Ya… Jope papa, tienes unas cosas…

ADOLFO.–  Y tú también, que me lo podías haber dicho, si es que somos dos almas gemelas…

DANIELA.– (Le mira de arriba abajo.) Sí… Igualitas…

Pausa.

ADOLFO.– Oye, ¿quieres cenar ya?

DANIELA – No, gracias…Ya más tarde, es que estoy nerviosilla por un examen que tengo la semana que viene y tengo el estomago cerrado.

ADOLFO.– Ya decía yo, hija, pues después de una hora cenas, ¿eh?, que si no te vas a quedar como un espagueti.

DANIELA.– Vale, papá, y tu quítate la espuma ya, anda…

El padre se va del salón.

JONATHAN.– (Asomándose.)  ¿Ya puedo salir?

DANIELA.– ¡Sí, corre!

JONATHAN.– ¡Vale, me voy, adiós, te quiero!

Va corriendo a la ventana. Se oye cerrarse la puerta del baño. Daniela le agarra del brazo.

DANIELA.–  ¡Jonathan no puedes irte todavía, está mi padre otra vez en el baño, puede oírte!

JONATHAN.–  ¿Y qué hago?

DANIELA.–  Seguir detrás del sofá hasta que yo te diga que puedes irte.

JONATHAN.– Claro y sigo detrás del sofá hasta que tu padre me pille de casualidad, ¡Daniela esto es absurdo!

DANIELA.– ¡Basta! Peor estoy yo, que mi padre no sabe que tengo a un chico en casa, y ya no va a confiar en mí más y le tengo muchísimo respeto con esas cosas. Además, no le puedo decir que salgo a dar una vuelta porque aquí no están mis amigos. ¡Dios, como te descubra me va a matar!

JONATHAN.– ¡A mí va a ser al que va a matar! Daniela, ¿por qué te empeñas en no decirle nada y esconder nuestra relación?

DANIELA.– ¡Sabes cómo es! Él no aceptaría esto tan rápido, nunca he tenido una relación tan seria, y además, ¡como para que te vea ahora!

JONATHAN.– No lo has intentado

DANIELA.– Sí que lo he intentado… La última vez que hablé con él de esto fue a los quince años…

JONATHAN – Y tienes ya diecisiete, eres mayor como para hablar de esto bien y decírselo. Dile que te quiero, que te cuido muy bien (Daniela le interrumpe.)

DANIELA.– ¡Claro que sí! ¡Y le digo que no estudias, que no tienes trabajo y que fuiste tú en tu época de gamberro quien le pintó un grafitti en el coche!

JONATHAN.– Para empezar, era mi época de malote y no sabía que el coche era suyo.

Aparece el padre.

ADOLFO.– ¿Pero qué…?

DANIELA.– ¡Papá!

ADOLFO.–  ¿Quién es este?

DANIELA.–  ¡Papa, es mi novio!

JONATHAN.–  Ja, ja, ja… Es broma, soy su…

DANIELA.– ¡Cállate! Ya se lo he dicho.

ADOLFO.– (Mirando a Jonathan.) ¿Qué pasa, chaval? Encantado de conocerte…

Le aprieta mucho la mano hasta que Jonathan la suelta porque no aguanta el dolor.

JONATHAN.– Eh…Igualmente, me llamo Jonathan, ¿qué tal esta?

ADOLFO.– (Le mira de arriba abajo.) De momento, bien

Breve silencio que rompe Daniela rompe.

DANIELA.– Eh… Bueno, ya se iba. (Y agarra del brazo a Jonathan.)

ADOLFO.– No, no, él se queda. (Y le agarra del brazo a Jonathan.)

JONATHAN.– (Asustado.) No, déjelo, mejor me voy.

ADOLFO.– No, no, mejor quédate y cenamos unas buenas salchichas fritas. (Le sienta en el sofá.)

JONATHAN.– (Sonriendo.)  Está bien, me quedo.

ADOLFO.– Cariño, ve a por la cena mientras que yo me quedo aquí con este buen chaval.

Mirándole, Daniela sale de escena.

ADOLFO.– Bueno, chaval, ya que eres el novio de mi hija, ¿vamos hablar no? (Le pega dos golpes en la espalda.)

JONATHAN.– Eh… sí, sí claro, eh… ¿Qué tal el trabajo?

ADOLFO.– Estoy en paro.

Jonathan se pone más nervioso.

JONATHAN.– Ah, bueno, pues así mejor, más relajación…

ADOLFO.– Cállate ya, anda, majo, que cada vez que hablas sube el pan… ¡Bueno qué, ¿no habrás echo a mi hija nada de…?!

Daniela los interrumpe trayendo un plato y un botellín de cerveza.

DANIELA.– A ver, ya está aquí la cena, te he traído una cerveza, papá…

ADOLFO.– Gracias, cariño. ¿Tú también quieres? Ya que eres tan mayor…

JONATHAN.– No, gracias, no bebo.

ADOLFO.– ¿Seguro? Venga toma, tómate una chico.

JONATHAN.– Vale… Como usted quiera…

DANIELA.–  Bueno, ahora nos vamos a ir, en cuanto cenemos, ¿vale, papi?

ADOLFO.–  Claro que sí hija, sí, porque seguro que este chaval tan majo te cuida muy bien.

Le da una colleja; Jonathan se atraganta, ya que está bebiendo.

DANIELA.– Papá, vale ya…

ADOLFO.–  Si no le hago nada, es tan majo y tan buenecillo que seguro que no te ha tocado el culo. (Lo mira con cara de enfadado y se ríe.)

DANIELA.–  ¡Papá, ya está bien! ¿Podemos tener una cena normal?

ADOLFO.– Claro que sí, hija, si yo quiero lo mejor para ti.

JONATAHN.– Está rica la ensalada.

ADOLFO.– ¡Toma, échate más!

JONATHAN.– No, gracias, ya me conformo con esto

ADOLFO.– No, insisto, ¡cómete eso!

JONATHAN.– Vale, vale…

DANIELA.– ¡Déjale ya! ¡Si no quiere, no quiere!

JONATHAN.– Pero mírale, si es un palo (Y le vuelve a dar una colleja.)

DANIELA.– ¿Podemos hablar? (Se van su padre y ella a una esquina.) Papá, ¡ya está bien! Bastante mal lo está pasando ya, te lo juro que me cuida genial y me respeta, ¡y sí, me ha tocado el culo, papá! Actuemos como personas normales ¿vale? Mira, yo le quiero, y estoy muy centrada en mis estudios, los llevo genial, por favor entiéndelo, él me quiere, de verdad…

ADOLFO.– (La mira y la da un abrazo.) Pero como te toque el culo delante de mí se traga el plato entero…

DANIELA.– Vale, papá, te quiero.

Vuelven a la mesa.

ADOLFO.– Joder, qué rápido comes chico. (Y le da un golpe en la espalda.)

JONATHAN.– Ya, es que no había merendado…

ADOLFO.– Así estás… Oye, acompáñame a llevar los platos, anda, majo.

JONATHAN.– Es que, necesito ir al baño…

ALDOLFO.– (Lo lleva hacia la esquina del escenario.) Escúchame, confío en que cuides a mi hija, no la sobes que te la juegas… Y, por favor, sé menos tontito, ¡que estas encogido! (Le vuelve a dar en la espalda.) Venga, chaval, cuídamela y menos tonterías.

DANIELA.– Nos vamos, papá, luego te llamo. (Dándole un beso en la frente.)    

Adolfo se despide de Jonathan dándole la mano y se le acerca al oído.

ADOLFO.– Estoy alerta.

 

FIN

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