foto; >LogoLogo
Leer, escribir teatro

 ( El teatro en el instituto - I )

Jugando a escribir teatro
Del diálogo con autores a la creación de textos

Flecha Volver

 

MI CLON Y YO
Premio de Texto Dramático del IV Certamen de Teatro de Secundaria de la Universidad Carlos III (2012)

Alicia Santos González de Aledo
3º de ESO del IES Diego Velázquez de Torrelodones

 

 

PERSONAJES:
LUIS
CARLOS
LUCÍA
POLICÍA 1
POLICÍA 2
POLICÍA 3
CENTRAL/“VOZ”
MARTA
SR. ANDERSON
COMISARIO

 

ACTO I

ESCENA 1ª


(En un parque, con caminos, árboles y fuentes, se encuentran dos chicos idénticos enfrentados, de unos dieciséis años, con una chica muy confusa a su lado de su misma edad.)

CARLOS.– (Tartamudea, alzando la voz a cada pregunta.) ¿Pero quién eres tú? ¿Q-qué haces con mi novia? ¿¡Cómo es que somos iguales!?

LUIS.– (Indeciso.) Yo… no te sabría decir…

LUCÍA.– (Amenazante y enfadada.) ¿¡Pero qué es esto!? ¿Es algo de cámara oculta, o parecido? Porque, si es así, os la vais a cargar… (Los dos chicos se giran hacia ella.) Me vais a explicar qué es esto ¡ahora! (Se lleva la mano al pelo, cogiendo una horquilla y enseñándosela.) O si no, os aseguro que puedo hacer mucho daño sólo con unas horquillas…

CARLOS.– ¡Que me lo expliquen a mí también! De repente, me encuentro con que mi novia me deja de llamar e ignora mis llamadas, y hoy, que para olvidarme un poco de eso, he salido a pasear, ¡voy y me la encuentro con mi gemelo, al que no he conocido hasta hoy! (Mira a Luis con mala cara.) Ya me podrás decir tú qué significa…

LUIS.– (Ríe nerviosamente, acobardado.) Estoy seguro de que esto es sólo un malentendido… (Con actitud infantil, se gira hacia Lucía.) ¡Empezó ella!

LUCÍA.– ¡Perdona! ¿Yo? Me acabo de enterar de que mi novio tiene un gemelo, y que llevo saliendo con él una semana en vez de con Carlos… (Muy confusa, se lleva las manos a la cara.) Ya me parecía a mí que estabas actuando diferente. Además, tú nunca pierdes nada, menos el móvil. (Mira acusadoramente a Luis.)

CARLOS.– (Se gira hacia Luis amenazadoramente.) Por lo visto, el único que sabía todo lo que pasaba y el causante de ello eres tú, chico estúpido al que no conozco…

LUIS.– Me parece que yo tampoco te conozco. Soy Luis, y por lo visto tú eres Carlos… y el estúpido eres tú, mira que no darte cuenta de que tu novia te la está pegando… (Ríe burlonamente. Se dirige a Lucía.) Y además, ¿tú no te enteraste de que soy otro? Ni siquiera llevamos la misma ropa…

LUCÍA.– Bueno, no nos empecemos a poner chulos. Te recuerdo que sólo hemos salido dos veces, y una de ellas huiste sin dar explicación. (Mira a Carlos, que lleva una camiseta de Star Wars.) Además, Carlos no siempre lleva eso. Y tú… Luis, ¿qué pensabas hacer cuando esto pasase? Porque, o eres muy tonto, o sabías que esto iba a pasar tarde o temprano…

LUIS.– (Como si estuviese recordando algo.) Me parece que no lo quieres saber… Lo mejor será que arreglemos esto civilizadamente otro día. Tengo cosas más importantes que hacer que estar en este parque sin hacer nada. Decidid entre vosotros cuándo os viene bien y me llamáis, Lucía tiene mi número. (Luis huye hacia un lado del escenario, donde dos tipos de negro y con pasamontañas salen del lateral, y le dan un golpe en la cabeza. Cogen al chico por los brazos y se lo llevan. Carlos y Lucía miran en esa dirección, y corren a buscar a un policía. Cerca de donde estaban los chicos hablando, hay un policía, y le llaman.)

CARLOS.– (Agitado y asustado.) ¡Señor! ¡Señor! Un coche acaba de secuestrar a mi hermano… (Empieza a desvariar.) ¡Corría hacia la carretera, y salieron unos tipos, y le golpearon, y se lo llevaron, y le han secuestrado, y podría haber sido yo, y pueden haberle matado…! (El policía le pone la mano en el hombro, calmándole.)

POLICÍA.– A ver, chico, cálmate, y explícamelo más despacio. (Se dirige a Lucía.) ¿Tú también lo has visto? (Lucía, lívida, asiente con la cabeza.) ¿Me lo podrías explicar mejor? (Lucía niega con la cabeza, y luego asiente, con los ojos llorosos.)

LUCÍA.– (Histérica y muy nerviosa.) ¡Era un capullo y no le conocía, pero cómo ha podido pasar eso! Estaba con nosotros hablando, y de repente no estaba, ¡y estoy empezando a ponerme histérica y me va a dar un ataque!

POLICÍA.– (Señala hacia un banco que hay por allí.) Vale, acompañadme a ese banco y allí lo volveremos a hablar más calmadamente, ¿vale? (Coge la radio que lleva en el hombro y habla con “la central”, mientras Carlos y Lucía caminan hacia el banco y se sientan.) Central, aquí el agente doce, en el parque. Tengo un supuesto secuestro a la luz del día, ¿puedes comprobar las cámaras para ver si es verdad? Tengo a unos adolescentes muy alterados como únicos testigos, así que puede que se lo hayan imaginado, porque es probable que hayan tomado algo… (La central contesta, una voz metálica y con interferencias.)

CENTRAL.– Gracias, agente doce, lo comprobaremos. Ocúpese de calmar a los chicos e intente sacar algo en claro. Corto.

(El policía camina hacia Carlos y Lucía, que están sentados en el banco algo más calmados.)

POLICÍA.– (Con voz amable.) A ver, chicos, ¿ya me podéis explicar mejor qué ha pasado? Si seguís así no podremos ayudar a tu hermano, chico. Si decís que le han secuestrado, necesitaremos toda la información posible. (Carlos respira hondo calmándose.)

CARLOS.– (Con la voz un poco temblorosa.) Estábamos hablando con mi hermano gemelo, al que acabo de conocer porque me estaba engañando con mi novia, que creía que era yo con quien salía. Cuando se fue, unos hombres vestidos de negro… (Empieza a temblarle la voz y acaba Lucía.)

LUCÍA.– Unos hombres de negro le dieron un golpe en la cabeza con una porra y se lo llevaron en un coche. No me puedo creer que lo hayan secuestrado… Si no era nadie, ¿quién querría aprovecharse de él? No es posible…

POLICÍA.– Tranquilos, chicos, no os preocupéis. Le encontraremos, ¿vale? Pero ahora sobre todo necesitamos que os tranquilicéis para poder ayudarnos. (Suena un ruido de interferencias y vuelve a hablar la radio.)

CENTRAL.– Agente doce, agente doce, aquí central. (El policía se levanta y se aleja del banco.) Los chicos dicen la verdad. Ahora necesitamos que los traiga a la comisaría, para tomar declaración.

POLICÍA.– (Habla por la radio.) Recibido. Cambio y corto. (Se dirige a Carlos y Lucía.) Chicos, lo siento, pero tenemos que ir a comisaría. Tenemos que tomaros declaración para poder encontrar a tu hermano lo antes posible. (El policía les coge de los hombros y salen del escenario.)

 

ESCENA 2ª

(En una sala, con una silla, una mesa, con una botella de algo que parece agua encima, un espejo que ocupa una pared, una puerta en una pared diferente y un altavoz, está Luis, bastante aturdido, sentado en la silla. De repente, una voz metálica sale de los altavoces y le despierta.)

VOZ.– Preséntate y explica todo lo que te ha pasado desde el sábado pasado.

LUIS.– (Sacude la cabeza. Para sí mismo.) Si tú lo dices… (En voz alta, preguntando a la nada.) pero podré salir, ¿no?

VOZ.– (Amenazante.) Sólo si respondes a las preguntas.

LUIS.– Vale, tranquilo. Me llamo Luis Moya. Tengo dieciséis años, casi diecisiete. No tengo novia, rompí con ella hace un mes o dos. (Se queda pensativo.) El sábado pasado salí con mis amigos al Parque del Oeste, y pasamos allí todo el día. Al volver, cuando salía de la parada de metro, una chica; que después me dijo que se llamaba Lucía; se acercó y me dio un beso... y no fue precisamente en la mejilla. Yo me quedé en shock, ¡no todos los días se te acerca una desconocida y te planta un beso! (Coge la botella y bebe un buen trago.) Me empezó a llamar Carlos, y yo le seguí el rollo, pues tenía miedo de que fuese una loca o algo así. Tampoco es que fuese muy fea, así que no me importó demasiado. Después me paré a pensar que qué mosca le habría picado para que hiciese eso, porque su aliento no olía a alcohol. Le pregunté que si llevaba gafas, y me dijo que no. Bueno, estuvimos paseando, pero me empezó a dar miedo, así que me fui con la excusa de que tenía que estudiar. También le di mi teléfono, diciéndole que lo había cambiado. Vale, soy un poco capullo, pero no conocía al tal (Hace el símbolo de las comillas con los dedos.) “Carlos”… que hubiese llegado antes. Si no, no le habría quitado a la chica. Más tarde me puse a pensar que qué pasaría si me encontrase con Lucía y un amigo, y el amigo me llamase Luis. ¿Qué le diría? ¿Que me llamo Luis Carlos? ¿O corrijo a mi amigo diciéndole que soy Carlos y no Luis? Pero, ¿y si me encontrase con ella y Carlos? No supe que eso pasaría más tarde… En ese momento pensé que sería gracioso hacer el espejo. Se habría quedado con una cara de foto. (Bebe agua otra vez, y se levanta.) De todos modos, no creí necesario pensar en nada más, no creía que esa relación fuera a durar. Volví a quedar con ella el miércoles, pero no fue una cita fuera de lo común, fuimos al cine y a cenar, aunque ella seguía llamándome Carlos. Era bastante raro, la verdad… La llevé a un cine que había en otro barrio, por si acaso nos cruzábamos con alguien. Tampoco fue una de las mejores citas de mi vida, tuvimos que ver una de esas típicas comedias románticas, y luego, para acabar de ser originales, fuimos a un restaurante italiano. No creía que ella esperase mucho más de una cita, el tal Carlos y ella no parecían ser los típicos novios romanticones y pegajosos, así que pasé de comprar flores ni nada de eso. No me pasó nada más interesante, aparte de un par de programas en la tele, hasta… Supongo que sigue siendo hoy, ¿no? Vamos, hasta esta tarde. Era mi tercera cita con Lucía, y decidí llevarla al parque, a pasear un rato, porque hacía muy buen tiempo. Aunque lo que nunca me había esperado encontrar allí era… ¡a mi hermano gemelo! Al que, por supuesto, nunca había conocido ni oído hablar de él. En seguida empezamos una pelea porque le había quitado la novia, así que escurrí el bulto y… (Se rasca la cabeza, intentando recordar.) no recuerdo nada más. Raro, ¿no? Sólo sé que fui hacia la carretera… (Se vuelve a sentar en la silla.) ¿Ya me puedo ir? (De repente, se desmaya en la silla.)

VOZ.– ¿Luis? ¿Luis? (Dirigiéndose a alguien que está con ella.) Ya se ha dormido, el somnífero funcionó.

 

ACTO II

ESCENA 1ª

(En una sala, con una silla, una mesa, con una botella de algo que parece agua encima, un espejo que ocupa una pared, una puerta en una pared diferente y un altavoz, está Luis, bastante aturdido, sentado en la silla. De repente, una voz metálica sale de los altavoces y le despierta.)

LUIS.– (Confuso, llevándose una mano a los ojos para cubrirse de la luminosidad del cuarto.) ¿Dónde estoy? ¿Y quién eres tú?

MARTA.– (Extiende la mano, esperando que Luis la sacuda, pero no lo hace.) Mi nombre es Marta. Contestaré a sus preguntas a su debido tiempo, pero primero debo hacer unas comprobaciones. (Saca un estetoscopio y le examina, le toma la tensión y comprueba sus reflejos.) ¿Tiene náuseas? (Luis niega con la cabeza.) ¿Dolor de cabeza? (Vuelve a negar.) Excelente. ¿Qué es lo último que recuerda?

LUIS.– (Recostándose en el respaldo de la cama y echando la cabeza hacia atrás, y cierra los ojos unos segundos.) Recuerdo una sala, un poco oscura… como las de interrogatorios en la tele. Y ganas de ir al baño. Después ya no recuerdo nada.

MARTA.– Perfecto… Si no le importa, acompáñeme, tengo órdenes de superiores. (Luis se levanta de la cama lentamente, y pasan a una sala que había estado a oscuras antes, con un señor mayor también en uniforme esperando sentado. Marta le deja en la entrada y se va.)

LUIS.– (Un poco enfadado.) ¿Qué es esto? Estoy empezando a creer que es una cámara oculta de verdad…

SR. ANDERSON.– (Señalando hacia una silla enfrente suyo.) Siéntese, por favor. Debo explicarle algunas cosas sobre su reciente… experiencia.

LUIS.– (Cada vez más enfadado.) ¿Qué reciente experiencia? ¿Que me he encontrado con un hermano gemelo que ha salido de la nada? ¿O que, después de encontrarme con él, me han golpeado, secuestrado, interrogado y drogado? (Se queda de pie y tenso.)

SR. ANDERSON.– (Calmado.) Le debemos una explicación, tiene razón. Si me hace el favor de sentarse, se lo explicaré todo. A lo mejor se entera de noticias que pueden ser un poco impactantes para usted. (Luis, un poco reticente, se sienta, y el Sr. Anderson asiente.) Usted y su… como usted lo ha llamado, hermano gemelo, forman parte de un experimento del Servicio de Inteligencia. Durante un tiempo deberá quedarse aquí, mientras arreglamos todo lo que tiene que saber y algo de papeleo. Ahora, siéntase libre de preguntar lo que quiera. Aclararé todas sus cuestiones, si es que puedo.

LUIS.– (Piensa durante unos segundos, dudando en qué preguntar primero.) ¿A qué se refiere con experimento? ¿Toda mi vida es una farsa? ¿Era verdad eso de que me sentía observado, aunque mi madre se empeñase en negarlo?

SR. ANDERSON.– Una a una, tranquilícese. Con el término experimento, me refiero a lo siguiente: usted fue encontrado en la puerta de nuestro edificio de oficinas justo cuando acabábamos de perfeccionar un nuevo proyecto de clonación. Estaba abandonado, así que le recogimos y usamos como iniciativa experimental. Con decir que el resultado fue superior a nuestras expectativas me quedo corto. Usted y su clon eran idénticos, y, dado que eran bebés, lo único que podían pensar lo hacían a la vez. Pedían comer o jugar a la vez, puntuales como un reloj. Después de unas cuantas pruebas, decidimos llevarles a diferentes casas de acogida en diferentes ambientes, para comprobar si vuestros procesos de razonamiento seguían siendo los mismos. Y así fue, los resultados son espectaculares. Lo de farsa… Eso es una exageración. Su vida es suya, pero sí que la hemos… controlado un poco. Pero no se preocupe. Tiene completo control de su ser ahora mismo. Y, sí que le observábamos, pero no tiene por qué preocuparse. Todo esto es privado, y nunca saldrá de esta agencia… digo, división.

LUIS.– (Intentando procesar toda la información que le acababan de dar.) ¿Me está diciendo que es verdad? ¿Que esto no es una cámara oculta? ¿Que ese tal Carlos no es mi hermano, si no mi clon? No me lo creo. ¿Tiene pruebas?

SR. ANDERSON.– La respuesta a todas sus preguntas es sí. Pero como antes le he indicado, toda la información sobre usted y su clon es privada.

LUIS.– (Incrédulo.) ¿Y ni siquiera yo, que es de quien es la información, puedo verlo? Además, ¿de qué serviría todo esto de hacer clones? No le veo el punto.

SR. ANDERSON.– (Con mucha calma.) Se lo volveré a repetir, es información confidencial. El uso para esto… No creo que le parezca importante, pero realmente lo es. Hay algunas personas en este mundo, como generales de guerra o mentes brillantes, que tienen obligaciones o citas en varios sitios casi a la vez. Esas personas, con uno o dos clones que usasen el mismo proceso de razonamiento que ellas, tendrían una calidad de vida mucho más alta, con menos estrés. Esto lo estamos haciendo por el progreso, recuerda.

LUIS.– ¿Por el progreso de quién? Porque esto podría robarlo un terrorista y hacerse invencible…

SR. ANDERSON.– (Serio.) Quiero que, antes que te explique nada, entienda algo: nadie, (Haciendo énfasis.) NADIE es inmortal, ni lo será. Así es el ciclo de la vida, y aunque lo deseemos, no se puede cambiar. Hemos considerado los pros y los contras de todo esto, y hemos decidido en el consejo que es mejor para la humanidad seguir con el proyecto adelante. Si cayese en manos de terroristas, sería un arma de gran peligro, pero si Kennedy o Luther King hubiesen tenido un clon, no hubieran muerto, y habrían sido una gran aportación a la vida de todo ser humano habitante de la Tierra. Ahora mismo estamos poniendo en funcionamiento una campaña para hacer un clon de cada jefe de estado de… (Luis le interrumpe.)

LUIS.– ¿Perdona? ¿Y no hay ningún otro riesgo? ¿Y si, por ejemplo, Merkel se convierte en el nuevo Hitler? No sólo habría que vencer a una, sino a dos o incluso a tres cerebros. ¿O si Obama se enfada con su clon por cualquier cosa y se acaban matando el uno al otro? Sería una completa irresponsabilidad por vuestra parte…  Además de sus vidas personales; ¿qué haría usted si, de repente, se encuentra con dos o tres padres en casa? (El Sr. Anderson no se inmuta.) Me lo imaginaba. No han parado a pensar las consecuencias en sus ansias de poder. (Luis se levanta.)

SR. ANDERSON.– Con eso se ha pasado, jovencito. Ahora, como buen chico que espero que su madre haya criado, va a salir de esta habitación y va a acompañar a Marta hasta otra habitación, ¿vale? (Marta aparece en la puerta y Luis se va con ella, lanzándole una mirada de odio al Sr. Anderson.)

 

ESCENA 2ª

(En una sala de la comisaría, hay una mesa con unas sillas alrededor. Está completamente vacía aparte de esos muebles. Desde un lateral del escenario, entran un comisario de policía, junto con Carlos y Lucía. El comisario lleva una carpeta en la mano, con unos papeles.)

COMISARIO.– (Se sienta en una de las sillas.) Carlos, Lucía, sentaos. Tengo que haceros unas preguntas para el informe y para poder encontrar a… (Mira los papeles dentro de la carpeta.) Luis. ¿Sabéis su apellido? Me vendría bastante bien…

CARLOS.– (Mira a Lucía, y ella niega con la cabeza.) No, señor. No tenemos su apellido. Ella le conoce desde hace una semana y yo le conocí hoy…

COMISARIO.– ¿Pero no dices que es tu hermano gemelo? ¿Cómo es que no sabes su apellido?

CARLOS.– Como le he dicho antes, le he conocido hoy. Ni siquiera sabía que tenía un hermano. Aunque a lo mejor, si ponéis un cartel encontraréis a sus padres, ¿no? O si no, llamarán cuando vean que no vuelve a casa…

LUCÍA.– (Asiente con la cabeza.) Sí, sus padres deberían estar ya preguntando por él. Si mis padres están más de cinco horas sin tener noticia de mí, llaman a la policía… y eso que tengo tres hermanos mayores. Como él es hijo único sus padres deberían estar histéricos.

COMISARIO.– Ese es el problema. Nadie ha denunciado la desaparición de ningún Luis ni de alguien parecido a él. Eso es bastante sospechoso, por lo que estamos intentando adivinar todo lo posible sobre él y su familia, pero tenemos poca información. (Hace una pausa.) Supongo que querréis iros lo antes posible de aquí, así que empecemos. ¿Me podéis decir todo lo que pasó?

LUCÍA.– (Cansinamente.) ¿Otra vez? Es como… la quinta vez que tenemos que explicarlo. Al agente, al de la entrada, al de después de la entrada… ¿Después de ti quién viene? ¿El comisario jefe, el detective?

COMISARIO.– No te pases. Ahora vamos a grabar la conversación, por lo que no necesitaréis quedaros más tiempo aquí del que tardemos en salir. Así que, vamos. No os cortéis.

CARLOS.– Vale. (Aburrido, como si se lo supiera de carrerilla.) Estábamos hablando los tres hablando en el parque, escapó porque le estábamos echando la bronca hacia la carretera, unos tíos encapuchados le pegaron un golpe en la cabeza y se lo llevaron en un coche. ¿Algo más?

COMISARIO.– ¿Recordáis algún detalle más? ¿No se les pudo ver la cara, o el pelo?

LUCÍA.– (Piensa unos segundos.) A uno se le movió un poco el pasamontañas, creo. Me parece que era rubio… o rubia.

COMISARIO.– Así que sexo indefinido… (Apunta algo en un papel.) Muy bien, chicos. Gracias por vuestra ayuda. Gracias a las cámaras de tráfico hemos podido ver hacia dónde se dirigía la furgoneta, y espero que pronto tengamos la localización actual de Luis. Si volvemos a necesitaros os llamaremos. (Se levanta con gesto cansado.) Si me acompañáis… (Se va hacia la puerta y salen.)
(En la misma habitación, pero sin la mesa y sólo con unas sillas puestas sin orden en un lado del escenario mirando hacia el otro lado, en el que hay una pizarra blanca con unas fotos de un edificio y algo escrito en diferentes colores. Hay unos cuantos policías sentados en las sillas, y otro de pie donde la pizarra.)

POLICÍA 1.– (Señalando una foto.) Como podéis ver aquí, éste es el edificio en el que desarrollaremos la operación. Pertenece a la empresa Cooper & Jackson’s; una empresa de servicios de limpieza, aunque sospechamos que sirve de tapadera para una agencia de desarrollo de armas ilegales de inteligencia. Sospechamos también que las armas que ha desarrollado las está vendiendo a países del centro y sur de África, a cambio de minerales preciosos. Nuestra misión aquí es entrar al edificio y neutralizar, sólo neutralizar a no ser que ataquen primero, a todas las personas que nos encontremos allí. (Señala una foto de Luis.) El objetivo principal es éste. Es posible que esté drogado o desmayado, ya que ha sido secuestrado esta mañana por razones desconocidas. Necesitamos sacarle de allí lo antes posible, y ponerlo a salvo. Nuestro objetivo secundario es neutralizar a todas las personas que haya allí dentro y abrir una investigación, aunque si la vida del chico o alguno de nuestros agentes peligra, tenéis orden de salir. ¿Alguna duda?

POLICÍA 2.– (Levanta la mano y el policía 1 le da la palabra.) ¿Los chicos que denunciaron el rapto vendrán?

POLICÍA 1.– Sí, porque tienen derecho a saber lo que pasaba, pero solamente se quedarán fuera. Les dejaremos en los coches mientras operamos. ¿Alguien más?

POLICÍA 3.– ¿A quién le tocará hacer de niñera? Porque no me creo que vayas a confiar en ellos, los niños son incluso más impulsivos que nosotros… (Se oyen murmullos de asentimiento por parte de los policías.)

POLICÍA 1.– (Dudando.) ¿De niñera?... Seguramente el próximo que haga una pregunta así de tonta. ¿Alguna pregunta seria, o podemos irnos? (Los policías, acobardados, se quedan en silencio.) Pues coged los coches, nos vemos allí. (Salen hablando en murmullos del escenario.)

 

ESCENA 3ª

(En una sala de la comisaría, hay una mesa con unas sillas alrededor. Está completamente vacía aparte de esos muebles. Desde un lateral del escenario, entran un comisario de policía, junto con Carlos y Lucía. El comisario lleva una carpeta en la mano, con unos papeles.)

POLICÍA.– (Dirigiéndose a Carlos y Lucía.) Chicos, sé que va a ser una gran tentación, pero necesito que os quedéis aquí durante toda la operación. Hemos aceptado que vengáis sólo porque fuisteis los que denunciaron el robo, pero lo mejor es que no os mováis ni entréis. ¿Entendido? (Los dos asienten con la cabeza, y el policía se dirige al resto. Les hace una señal con la mano y salen por el otro lado del escenario. En las verjas aparece Luis, que parece haber oído el ruido que hacían los policías al llegar.)

LUIS.– (Sorprendido de verles allí.) ¿Qué estáis haciendo vosotros aquí? ¿Y qué era eso que hacía tanto ruido?

LUCÍA.– ¿Y tú? Se supone que estás secuestrado y encerrado, o algo así.

CARLOS.– Unos policías han venido aquí para rescatarte de unos malvados secuestradores. Aunque me parece que lo único que van a hacer es detener a gente… ¿Sales, o qué?

LUIS.– (Confuso.) Pues a mí me habían dicho que esto era una rama de la inteligencia… La verdad es que es muy confuso. Pero bueno, ahora intentaré salir. Un momento. (Sale por detrás del escenario y vuelve a entrar por un lado.) Qué raro que se hayan dejado esto abierto. He intentado salir un par de veces y estaba cerrado.

LUCÍA.– (Con voz cansina.) Te lo hemos dicho. Acaban de entrar los policías. ¿Entonces qué dices que es esto?

LUIS.– A mí me han dicho que es… (Tres policías vuelven a entrar al escenario y ven a Luis allí, fuera del edificio.)

POLICÍA 1.– (Se dirige hacia los otros.) ¡Está aquí! ¿Cómo has salido? ¿Estás bien? ¿Puedes andar?

POLICÍA 2.– (Calmando al otro.) Está claro, tonto. Si no, ¿estaría aquí de pie? Vamos, chico, al coche. Te tenemos que llevar a comisaría, para que declares. Y seguramente, también tendrás que venir más tarde al juicio para declarar en contra de los que había aquí dentro.

POLICÍA 3.– Venga, Luis, entra. Tenemos que sacarte de aquí. (Hace como que abre la puerta de un coche en el lateral del escenario y casi empuja a Luis para que entre.)

LUCÍA.– (Enfadada.) ¡Oye! ¿Y nosotros?

POLICÍA 2.– Vosotros esperaréis aquí hasta que lleguen los otros, ¿vale? Ahora les llamaré por la radio.

(Sale junto con el otro policía del escenario y se oye el sonido del motor de un coche.)

 

ACTO III

ESCENA 1ª

(Aparecen solamente Luis, Carlos y Lucía en el escenario, sin nada más que ellos y las luces en él.)

LUCÍA.– La verdad es que fueron bastante chapuzas… Mira que no preocuparse ni de cambiar las matrículas, o cambiar de coche para secuestrarte… normal que les pillaran. (Se dirige a Luis.) ¿Te explicaron qué hacían allí? Porque no te dio tiempo de contárnoslo antes de que te llevaran a comisaría…

LUIS.– Por lo visto, allí inventaban armas que luego los de las guerrillas de África usan. Esas que no son sólo pistolas, si no también bacterias para el agua o aparatos de transmisión muy potentes. En el que nosotros estábamos involucrados (Se señala a Carlos y a sí mismo.) por lo visto era de clonación. Me dijeron que teníamos los mismos procesos de razonamiento, que me parece que significa que pensamos igual. Aunque a mí me mintieron, me dijeron que eran una división de la Inteligencia, pero luego resultó que era privada… e ilegal. ¿Y a vosotros qué os pasó antes de encontrarme?

CARLOS.– (Irónicamente.) ¿Aparte de entrar en shock nervioso y tener que repetir la misma cosa más de mil veces? Nada muy interesante. ¡Ah, sí! Se me olvidaba que no nos han dado nada de información sobre lo que pasó. Vamos, ni que gracias a nosotros les hayan arrestado o que nosotros te hubiésemos encontrado… Ah, espera, eso también pasó.

LUCÍA.– Me parece que aún estamos un poco rencorosos… ¿No puedes simplemente alegrarte de lo emocionante que ha sido todo? ¿O de que has descubierto que tienes un hermano? Eso pondría feliz a cualquiera… yo, personalmente, me he divertido mucho.

LUIS.– Yo no podría decir lo mismo. Ahora mismo sigo intentando procesar toda la información contradictoria que he tenido que absorber en las últimas veinticuatro horas. E intento distraerme del dolor que supone tener un golpe en la cabeza… Deberían revisármelo.

LUCÍA.– (En broma, dándole un golpe en el hombro.) ¡Tonto! Ya te lo han revisado dos veces, desinfectado y te han puesto hielo. Me parece que es más que suficiente, ¿no?

CARLOS.– Me parece que deberíamos celebrar que todos estamos libres. ¿Qué os parece una pizza? Todo esto da mucha hambre.

LUIS.– Yo también tengo hambre.

LUCÍA.– Y yo. ¡Vamos a ese italiano!

 

OSCURO

Teatro.es · Canales Temáticos · Centro de Documentación Teatral · INAEM

Inicio | Miradas | Galería | Aula Abierta