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Leer, escribir teatro

 ( El teatro en el instituto - I )

Jugando a escribir teatro
Del diálogo con autores a la creación de textos

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MIENTRAS TANTO
Sara López Romero
1º Bachillerato. IES Antonio Machado (Alcalá de Henares)


La Bobadilla, Jaén.
El escenario representa una casa antigua, blanca y con humedades. A la derecha del todo se ve una gran chimenea usada y adornada con plantas y objetos oxidados, la cocina de gas, y la puerta de entrada de la calle. Por la ventana de encima de la cocina se ve que hace un día caluroso y primaveral.
En la pared del fondo, se puede observar otra ventana, la cual nos deja ver la mitad de un granero y la calle, y al lado, un reloj de madera que marca las doce y media. Junto a este, una puerta marrón con un letrero que pone “granero” y cosas para la ganadería.
En la pared de la izquierda hay dos puertas con dos letreros con el mismo tipo de letra uno que el otro, en los cuales pone respectivamente “Habitaciones” y “Aseos”. En medio de las puertas hay una herradura que se distingue claramente.
En el centro de la escena, una mesa de madera oscura y cuatro sillas a juego. En una de ellas está sentado JOSÉ, el cabeza de familia, de unos cincuenta años, viudo. Viste un mono negro y  manchado de tierra. Tiene una botella en una mano y en la otra una foto.

JOSÉ.– (Triste y ebrio.) ¡Ay, Encarna, esta casa sigue estando sola sin ti! ¡Hace tanto tiempo que te fuiste pero te seguimos echando de menos! Liamna se ha hecho una mujercita ya, y yo ya estoy haciéndome viejo… Cómo pasa el tiempo… Pero nunca en mi vida permitiré que le pase algo... Te lo prometí, ¿no? Sabes que yo la quiero, pero no...

LIAMNA entra por la puerta de la calle, es una chica joven de unos veintiún años, bastante bella y alegre. Entra su casa con un guijarro en la mano y ve a su padre borracho encima de la mesa, suspira y sonríe.

LIAMNA.– Ya he llegado, José. He ido a la fuente Hacha a por agua y me he encontrado a la señora Esperanza y su nieta. Está más grande... Casi no la reconozco... (Pausa. Le mira.) José... ¿Estás bien?... José... José... José.

JOSÉ.– (Con dificultad al hablar) ¡Qué! Sí, sí estoy bien, te estaba escuchando, cariño...

LIAMNA.– José, deja de beber y no me metas estos sustos, jopetas. Solo son las doce y media y ya estas como una cuba. ¡Vergüenza debería darte!

JOSÉ.– Lo... siento... cielo... p... pero no puedo remediarlo....

LIAMNA.– Anda, vete a dormir o haz algo de provecho, no estés sentado y bebiendo… (Se duerme José, ella suspira.) Y encima se duerme, yo que le quería decir de Antonio, bueno tendré que esperar a que se despierte y no esté ebrio... Dios, qué voy a hacer con él...

Se va a la habitación. Por la puerta del granero entra ANTONIO, que trabaja en el granero y con la ganadería. Es un joven de unos veintitrés años, atractivo, y fibrado. Ve a José tirado en la mesa y se dirige hacia él.

ANTONIO.– José, señor José, despierte, señor José… (Él se despierta poco a poco.) Señor José, ¿ya está usted bebiendo? Si no es ni la hora de comer.

JOSÉ (Molesto).– Ya lo sé, qué te crees, que soy tonto, ¿qué quieres?, ¿has acabado con tus tareas? Si no es así, ponte a trabajar ahora mismo y deja de molestar. Bueno, qué más da, si solo eres un inútil que no sabe hacer nada. Solo te admití en esta casa por el simple hecho de que mi hija me lo pidió y yo, como ingenuo, le creí. Si no trabajas, te vas de aquí por esa bonita puerta que no te impide el paso, gandul.

ANTONIO.– (Intentando no hacerle caso.) Pues sí, ya he acabado todo lo que me dijo. Ordeñé las vacas, di de comer a los cerdos, fui a por agua para todos y recogí los huevos de las gallinas... ¡Ah, y le recogí la paja para el burro!

JOSÉ.– Se llama Manolito, un poco de respeto a tus mayores...

ANTONIO.– Pero si solo tiene un año más que yo y... es un burro

JOSÉ.– (Se levanta de repente.) No te metas con Manolito, que es muchísimo mejor y mas útil que un ignorante de la vida como tú, que solo intenta ligar a mi hija y dejarme solo. Sólo para vengarse de que mi padre le robó a tu abuelo su mujer en sus tiempos mozos. Eso tu familia nunca se lo perdonó a la mía y lo sabes muy bien. Todos los botijos sois iguales de rencorosos, pero nosotros los afortunados somos de una familia respetable y no quiero verte cerca de Liamna.

ANTONIO.– (Molestándose.) Está delirando. Mire, estoy harto de sus insultos y de decirle que eso es una tontería, eso esta arreglado y mi familia no guarda ningún rencor a la suya. Los asuntos de familia con otras nunca me han importado a no ser que hayan sido muy graves. Y no meta a Liamna en tonterías como esas, Liamna...

JOSÉ.– Liamna querrá y se casará con quien yo diga.

ANTONIO.– (Cabreado.) Liamna se casará con quien ella quiera, usted no manda, ni mandará en su corazón. Es decisión de ella, no suya...

Liamna, al escuchar gritos, se asoma por la puerta.

JOSÉ.– Yo soy su padre.

ANTONIO.– ¿Y qué? ¿Qué ha hecho todo este tiempo por ella? ¡Nada! Solo beber como una esponja. No tiene, ni ha tenido nunca, respeto por su hija, que está trabajando como una burra para que usted pueda comer, y así se lo agradece, impidiendo que sea feliz...

JOSÉ.– Nunca dejaré que te lleves a mi hija...

LIAMNA.– Bueno ya basta, a qué vienen estos gritos, ¡por Dios! Parecéis dos críos peleando por un muñeco de trapo. He escuchado todo lo que habéis dicho. Antonio, no tienes ningún derecho a juzgar cómo me ha criado mi padre, él ha hecho todo lo posible por darme lo mejor desde que murió mi madre...

ANTONIO.– Pero Liamna, tú misma has dicho cómo te maltrataba antes de que yo llegara aquí, por eso mismo vine ¿no? Para protegerte de él...

LIAMNA.– Y te lo agradezco, pero no eres tú el que tiene que ir diciendo eso... Sino yo... José, yo querré, amaré y me casaré con quien quiera, no tienes nada que decir ni hacer en eso... Es mi vida, y sí, soy tu hija, pero en realidad nunca has hecho nada para merecerme, solo te trato bien por el simple hecho de que me cuidaste aunque fuera a golpes, y por mamá, que en paz descanse. No pongas esa cara de desconcierto, siempre me has pegado echándome la culpa de la muerte de mamá y luego decías que me querías. Tuve que aprender a sonreír falsamente, porque me daba vergüenza decir que mi padre me pegaba. Un hombre que pega a una mujer, y más a su  hija, y que se cree su dueño, al final se da cuenta de que en realidad no vale nada, y se ve solo, que es lo que te ha pasado a ti. ¿Sabes qué es lo peor? (Llorando.) Que yo creía que un día cambiarías para mejor y que dejarías la bebida, que dejarías de espantar y oponerte a la gente que se me acercaba, no tengo amigos por tu culpa. Quería creer que serías un padre para mí, no solo en apariencia. (Serenándose.) Solo quiero decirte que hemos decidido casarnos y que me iré de esta casa para siempre. Me voy a vivir con Antonio, a formar mi familia.

JOSÉ.– ¡Cómo te atreves a decir eso, desagradecida! (Se abalanza sobre ella. Antonio se mete en medio y le detiene. Antonio le empuja hacia atrás y José se cae.) Te vas a enterar, bastardo (Refiriéndose a Antonio, mientras va y vuelve rápidamente de la habitación. Sale con una escopeta.) Te arrepentirás de haber nacido, más te vale correr, porque si no, te pienso moler a tiros.

ANTONIO.– ¿Qué piensas hacer con eso? ¿Dispararme? No me hagas reír...

LIAMNA.– (Suplicante y nerviosa.) Antonio, corre, no dejes que te mate, por favor... Papá no, no lo hagas, no te perdonaré en tu vida ni en la mía si le haces algo a Antonio...

JOSÉ.– Cállate, no traes más que problemas, eres como tu madre: una estúpida que no sabe valorar lo que hacen por ella... (Pega un tiro al techo y se ríe.) La próxima vez va hacia ti, Antonio...

LIAMNA.– ¡Corre!

ANTONIO.– Ten cuidado, mi amor...

Sale de la casa corriendo, mientras que Liamna se abalanza contra su padre e intenta pararlo. José se la quita de encima de un empujón, se le queda mirando, avanza y apunta hacia la puerta de la calle y pega un último tiro. Liamna se desmaya.

 

FIN

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