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Leer, escribir teatro

 ( El teatro en el instituto - I )

Jugando a escribir teatro
Del diálogo con autores a la creación de textos

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SUEÑO DE UNA LUNA
Sandra Herranz Ortiz
1º Bachillerato. IES Antonio Machado (Alcalá de Henares)

 

 

1


Noche, escenario oscuro. Sonido de agua que cae y ramas que se mueven con el viento.

Aparece en la escena una mujer desnuda con los cabellos rizados, enmarañados, de color azabache, iluminados por el claro de la luna. Se mueve por el escenario buscando algo, danzando al compás del sonido de las gotas y el viento. En su búsqueda encuentra debajo de una piedra una cajita dorada, no muy grande ni pesada, que intenta abrir, pero se da cuenta de que es necesario para ello tener una llave. La mujer saca de su pelo enmarañado una llave plateada que sumerge dentro de la cerradura de la caja.

El escenario se va oscureciendo lentamente mientras que la mujer abre la caja y del interior de la caja emana una luz dorada. La mujer, asombrada, coge lo que hay en su interior con la mano y se lo acerca al pecho, a la altura del corazón. Cierra la cajita y la mujer se queda en el centro del escenario con la mano aún pegada a su pecho. Sonríe.

Oscuro.

2


Se ilumina de nuevo la escena. Aparece a un lado la Luna, que acaba de despertarse, y al otro, un Lobo joven con el pelaje azulado y gris. Este camina a su lado observándola.

LOBO.–¿Qué nuevas traes hoy, Luna?

LUNA.– Acabo de llegar de un sueño maravilloso.

LOBO.– ¿De qué trataba?

LUNA.– En este sueño me convertía en mujer y caminaba por el bosque en busca de un destino.

LOBO.– ¿Llegaste a ver cuál era?

LUNA.– No, pero para saberlo no me hace falta soñar, solo me hace falta observarte.

LOBO.– (Extrañado.) ¿A mí? ¿Por qué dices eso, Luna?

LUNA.– ¿Ves ese árbol?

Detrás del Lobo se encuentra un cerezo con las flores marchitas y tronco apagado, ni siquiera los rayos de la luna lo iluminaban.

LUNA.– Hace muchos años ese árbol era majestuoso, despertaba de los otros árboles que estaban a su alrededor asombro y envidia al ver sus flores brillar. Todos los animales del bosque querían estar a su lado para poder disfrutar de los olores que sus flores emanaban.

LOBO.– ¿Y por qué está ahora apagado?

LUNA.– Porque está triste. Siente que sus días de florecer se están acabando. Cada vez que me ve aparecer una nueva flor se marchita y sus raíces poco a poco van secándose.

LOBO.– (Asustado.) ¡Pero eso es horrible, Luna! ¿Qué podemos hacer para ayudarle?

LUNA.– Nada. Nadie puede escapar de su destino, joven lobo, ni siquiera tú, ni la mujer de mi sueño.

LOBO.– (Resignado.) Entonces tendré que prepararme para ese día…

LUNA.– (Le interrumpe.) No lo hagas. A ti aún te queda mucho por vivir, joven Lobo. Muchas lunas te quedarán por iluminar tus noches y aquí estaré yo para guiarte a ti y a tus hijos y a los hijos de tus hijos. Hasta que la oscuridad mengüe y se haga otra vez la luz. Recuerda que todos los días, al caer el sol, aquí estaré esperándote y guiándote. Hasta que...

LOBO.– ¿Hasta qué? (Pausa.) ¿Cuándo llegara ese día?

LUNA.– Eso no lo sé, Lobo. Es algo que ni la Luna, ni las estrellas, ni la propia noche lo sabe. Solo tú, cuando llegue el momento, lo sabrás.

Se escucha de lejos la voz de Adolfo, padre de DanielaEl Lobo sonríe satisfecho y mira a la Luna por última vez antes de que el sol aparece por el extremo contrario a la Luna.

LOBO.– Buenos días, Luna. Descansa.

La Luna Sonríe al Lobo y lo acaricia levemente antes de marcharse por el lado contrario al que ha entrado.

 

OSCURO

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