SEÑORA.– (Se sienta y pone el bolso en la silla.) Perdone, ¿podría ponerme un plato de puré?

CAMARERO 1.– Por supuesto, señora. Ahora mismo se lo traigo. (Se aleja hacia la cocina.)

SEÑORA.– Vaya, se me ha olvidado pedir la bebida. (Se acerca a la barra.) Perdone, ¿me puede poner un vaso de agua?

CAMARERO 2.– Por supuesto. (Le da el vaso de agua.)

SEÑORA.– Gracias. (Al girarse, ve que en su mesa hay sentado un hombre sudamericano.) Será caradura... Pues no voy a dejarlo pasar y me voy a comer mi puré.

La señora se acerca a la mesa, se sienta con cara de enfado y comienza a comerse el puré.

HOMBRE.– (Sonriendo.) Que aproveche.

SEÑORA.– (Secamente.) Gracias.

Los dos comen del mismo plato y, cuando acaban, el hombre se levanta.

SEÑORA.– (Murmurando.) Menudo sinvergüenza, seguro que ahora se va para que pague yo.

El hombre trae dos platos con un filete en cada uno.

HOMBRE.– (Sonriendo.) Tome, este es para usted.

SEÑORA.– (Con cara de sorpresa y dudando.) Gracias…

HOMBRE.– (Amablemente.) De nada. Coma, que se le queda frío.

(Terminan de comer.)

HOMBRE.– (Llamando la atención al camarero.) Perdone, ¿podría traernos dos cafés con leche, por favor?

CAMARERO 1.– Sí, ahora mismo se los traigo.

HOMBRE.– ¿Me disculpa? Voy al lavabo.

La señora asiente con gesto de incredulidad. El hombre se aleja.

SEÑORA.– No me lo puedo creer, este tipo es un caradura. ¿Quiere que también le pague el postre? Pues cuando llegue la cuenta, le voy a pedir que pague la mitad. ¡Menudo sinvergüenza!

Se acerca el camarero a la mesa.

CAMARERO 1.– Perdone, ¿la leche cómo la quieren, fría o caliente?

SEÑORA.– Yo caliente, por favor.

HOMBRE.– (Sentándose.) Yo fría, gracias.

Se toman el café en silencio.

HOMBRE.– (Sonriendo.) ¿Ha comido bien?

SEÑORA.– (Contesta de mala gana.) Sí. Aunque el puré estaba un poco soso, la verdad.

HOMBRE.– (Riendo.) Sí, tiene razón, pero el filete estaba muy jugoso.

SEÑORA.– (Secamente.) Demasiado jugoso para mi gusto.

El hombre se dirige hacia la barra.

HOMBRE.– (Llamando la atención del camarero.) ¿Me podría dar la cuenta de la mesa de allí, por favor?

CAMARERO 2.– Sí, un momento… Aquí tiene.

HOMBRE.– (Sonriendo) Gracias, cóbrese y quédese las vueltas.

El hombre se dirige de nuevo a la mesa.

HOMBRE.– Señora, ha sido un placer comer con usted. Hasta la próxima.

La señora se le queda mirando atónita sin mediar palabra y el hombre sale del restaurante..

SEÑORA.– (Refunfuñando.) Menudo sinvergüenza, jamás me imaginé que me ocurriría algo así. Qué caradura, seguro que es un muerto de hambre que va por los restaurantes a gorronear. Vaya sociedad, cuando yo era joven nada de esto ocurría.

La señora llama la atención del camarero y éste se acerca a la mesa.

CAMARERO 1.– ¿Qué desea?

SEÑORA.– (Buscando con la mano su bolso.) ¿Me podría dar la cuenta?

CAMARERO 1.– Señora, el caballero pagó la cuenta.

SEÑORA.– (Sorprendida.) ¿Cómo dice?

CAMARERO 1.– Así es, él pagó la cuenta antes de irse.

La señora, atónita, sigue buscando su bolso y se da cuenta de que no está.

SEÑORA.– (Alterada.) ¿Dónde diablos está mi bolso? Seguro que ese hombre me lo robó. ¿Usted ha visto mi bolso?

CAMARERO 1.– (Apuntando con el dedo hacia una mesa.) Señora, ¿no será el que está en aquella mesa?

Vuelven a la mesa.

SEÑORA.– (Se echa las manos a la boca y dice con cara de sorpresa.) Dios mío, esa era mi mesa. El hombre no era un gorrón, lo he sido yo. Por Dios, he sido tan grosera con él…

CAMARERO 1.– Seguro que no se lo ha tenido en cuenta.

SEÑORA.– Gracias por todo.

Se va del restaurante avergonzada.

 

FIN