logo Centro de Documentación Teatral
Logo Don Galan. Revista Audiovisual de Investigación Teatral
imagen de fondo 1
imagen de fondo 2
NÜM 4

PortadaespacioSumario

espacio en blanco
4. EFEMÉRIDE

Logo Sección


4.1 · CONCHITA MONTES, PRIMERA ACTRIZ


Por Juan Antonio Ríos Carratalá
 

Primera  · Anterior -12345-  Siguiente ·  Última

 

La formación e inteligencia de Conchita Montes le permitían aprender pronto para responder a las exigencias de su profesión. Tras los primeros éxitos, la estrella mantuvo el mismo brillo en las calles y en los salones porque también ejerció de primera actriz en la vida; sin petulancia y gracias al humor de quien sabía ser entrañable evitando la familiaridad. Este objetivo le llevó a compatibilizar las singulares producciones de Edgar Neville durante los años cuarenta con películas del mismo director, como Correo de Indias (1942), que le permitieron ejercer su papel de acuerdo con la ortodoxia de la época. El aplauso de la crítica fue unánime y el boato patriotero del estreno de esta superproducción, rodada “sin reparar en gastos”, le granjeó elogios: Conchita Montes “es distinción y reserva, dignidad y arrebato, pasión refrenada y entrega a su destino. Todos los matices de un papel difícil están acusados sin exceso, como en las grandes estrellas, pero dejando una huella que a nadie se le puede escapar” (“Correo de Indias”, 1942).

Los elogios son propios de una “Gran gala de la Cinematografía Nacional” donde se exigía la asistencia con rigurosa etiqueta o uniforme en palcos y butacas. El objetivo era recaudar, a razón de treinta pesetas como mínimo por espectador, un aguinaldo para la División Azul. Edgar Neville y Conchita Montes fueron hábiles para moverse en este ambiente oficial y preservar, al mismo tiempo, un espacio de creatividad cuyo atractivo perdura cuando la dictadura se ha convertido en una referencia de mal gusto. Esta habilidad requería discreción en torno a una relación de pareja poco convencional y la administración de unos silencios que nunca cabía achacar a una primera actriz. Conchita Montes consiguió así crearse una personalidad pública en torno a unos rasgos –elegancia, belleza, cultura, distinción, sensibilidad…– que no era preciso renovar con argumentos sujetos a la crítica. Los espectadores los daban por supuestos y los admiraban en cada intervención de la actriz, pues acudían a verla, sobre todo en los teatros, con independencia de los papeles que representara.

La elegancia de Conchita Montes responde a la estética que, por entonces, Juan Gyenes inmortalizara con sus retocados y optimistas retratos del Madrid más selecto. El clasicismo como concepción global de la imagen daba un prestigio acorde con la época, pero no ahogaba un cierto aire de modernidad en los detalles. Su atractivo sería subrayado por los amigos de la tertulia del Chicote, donde el citado fotógrafo y la actriz eran habituales junto a unos dramaturgos con vocación de soltería. Las noches de la posguerra madrileña pertenecían a protagonistas y espacios “habituales”, tan regulados en su excepcionalidad como ajenos a la golfería. Las concesiones de una dictadura sólo se otorgan en un marco previsible y la presencia de Conchita Montes, sin necesidad de acudir en pareja a las tertulias, revela la voluntad y el éxito de una mujer dispuesta a romper moldes.

La madrileña sabía de la necesidad de multiplicarse para consolidar el estrellato y compaginó sus interpretaciones en las pantallas con los papeles de primera actriz en los escenarios. Edgar Neville marcó la pauta de sus tareas cinematográficas; salvo en la adaptación de Nada, de la novelista Carmen Laforet, porque fue uno de sus empeños como actriz y mujer [Fig. 3]. No obstante, en los escenarios el reparto de las iniciativas resultó más equilibrado. Además de ser la musa de su pareja para comedias donde el amor se convertía en un pasaporte a la felicidad y la intérprete ideal para los estrenos de “la otra generación del 27”, Conchita Montes ejerció de traductora y adaptadora. La labor se centró en obras francesas e inglesas casi siempre dedicadas a un amor ligero, sugerente y propicio para un juego donde la elegancia y la frivolidad marcaban la pauta. El objetivo era abrir los escenarios de la aislada España a una brisa de cosmopolitismo, humor y poesía. En este propósito vivificador, la actriz y Edgar Neville coincidieron con otros directores (Luis Escobar, Huberto Pérez de la Ossa), autores (José López Rubio, Cayetano Luca de Tena) y críticos (Alfredo Marqueríe). Todos ayudaron a la traductora e intérprete para triunfar con textos coetáneos de Noel Coward, Marcel Achard, J.B. Priestley, Jean Bernard Luc, Ladislao Fodor, Peter Blackmore y otros comediógrafos “amenos y elegantes”, representantes en su mayoría de una generación que apostó por las variantes en torno a la comedia de la felicidad. Sus atractivos en Europa suponían una alternativa frente a cualquier asomo de existencialismo, pero para el público español esta comedia constituía la aplicación de una consigna de felicidad cuyo consenso y alcance analicé en Usted puede ser feliz (2013, pp. 85-112). Sus benéficos efectos llegaron hasta Zamora, en los años cincuenta y gracias a una gira en coche de lujo.

 

Primera  · Anterior -12345-  Siguiente ·  Última

 

espacio en blanco

 

 

 

 


Logo Ministerio de Cultura. INAEMespacio en blancoLogo CDT


Don Galán. Revista audiovisual de investigación teatral. | cdt@inaem.mecd.es | ISSN: 2174-713X | NIPO: 035-12-018-3
2014 Centro de Documentación Teatral. INAEM. Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Gobierno de España. | Diseño Web: Toma10

Portada   |   Consejo de Redacción   |   Comité Científico   |   Normas de Publicación   |   Contacto   |   Enlaces