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NÜM 4

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1. MONOGRÁFICO

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1.8 · LA LUZ ARTIFICIAL: UN MOMENTO PARA MIRAR


Por Miguel Ángel Camacho
 

 

2. DEL PLANO AL SOPORTE (DE LOS AÑOS 70 A LOS 80)

En el mundo real, la luz, natural o artificial, es banal, no nos produce reflexión personal, tan sólo nos baña y nos hace apreciar y ver nuestras cotidianeidades. Aunque su presencia o ausencia puede influir sobre nuestros sentimientos de alegría o de tristeza, su manifestación no es un proyecto significante. Salvo algún caso concreto, donde es apreciada como una belleza efímera, la luz es insípida para nuestra mente. En el teatro, por el contrario, al igual que en todas las artes plásticas, existe un proyecto lumínico, por lo tanto la luz es necesaria y significante.

Los años 70 se caracterizan por ser una década de transición. Se empiezan a utilizar nuevos aparatos de iluminación. Las lámparas incandescentes de potencia alta se generalizan en su uso, con una gama más variada de aparatos. Las lámparas incandescentes-halógenas se van introduciendo lentamente en el teatro. Todos estos nuevos aparatos abren nuevas posibilidades en la puesta en escena, pero a la vez se da un problema: cómo se usan y qué uso podemos sacar de ellas. Estas lámparas producen luz nueva, matizada y ambiental. Ayudan a matizar tonos, consiguen luces generales que bañan interiores, apartamentos (comedias de enredo), exteriores (luz de atardecer). Dan claridad a la escena y matizan volúmenes desde su colocación, iluminan mediante la luz directa los objetos o indirecta los decorados.

La sombra es todavía un principio en la luz teatral en esta década. Mientras, el color, esa gran influencia del cine, se pone de moda e invade el gusto en la obra teatral. Se buscan colores saturados, paletas cromáticas cercanas a los primarios, haciendo fuerza en las gamas anaranjadas y ámbares; tal vez debido a la influencia del bienestar pequeño burgués (lo claro y limpio) en nuestro teatro. La dramatización de la obra teatral se basa más en el color que en la luz; esta queda subyugada a la saturación del color.

Se crean equipos de trabajo para el montaje. Los controles se colocan en sala, dando una perspectiva del espacio-luz hasta ahora nunca vista (porcentajes del 10% arriba o abajo pueden transmitir amor o locura, sueño o realidad, noche o amanecer). El clasicismo tiene un nuevo aire en el teatro, cambia las formas, crea nuevos lenguajes y va evolucionando desde la distorsión creciente de la luz hasta un realismo enfermizo que, actualmente, se sigue imponiendo en las formas de iluminar una obra teatral.  Podemos matizar que en esta década se da la unión de lo estético con la técnica. En esta misma década, en el cine, se vuelve a un momento esplendoroso de la luz como código teatral, lo que se llamó la imagen teatralizada. Esa generación que configurará un nuevo cine en las décadas posteriores. Coppola, De Palma, Scorsese y cuyos padres, László Kovács, Gordon Willis rompieron con el academicismo de estudio.

La infraestructura técnica de los teatros del país, por entonces, era obsoleta: lo que predominaba eran las diablas y las candilejas. El P/C Kremer de luz incandescente era de uso cotidiano tanto en los teatros públicos como en los privados. Las compañías privadas empezaron a comprar material para compensar la ausencia de focos en los espacios escénicos. El técnico era quien diseñaba la luz; el diseño de iluminación, tal como se conoce actualmente, aún no existía. Las imágenes teatrales aparecían excesivamente iluminadas, perdiendo contrastes y profundidad; se priorizaba la iluminación del actor por encima del decorado, y lo plano por encima del volumen. La escasez de recursos técnicos y económicos dio lugar a montajes sobrios y sencillos, y a un predominio de la imaginación en el discurso de la iluminación teatral.

En algunos momentos, la idea iba por delante de la técnica, caso curioso, ya que sin ella se podría caer en la luz plomiza de los sesenta. Era necesario dar respuesta a propuestas tan dispares como el realismo de Buero Vallejo y Sastre, el realismo social de Martín Recuerda y Olmo, o autores como Nieva [fig. 3] o Arrabal, donde la fantasía permite una búsqueda de elementos lumínicos más variados en sus propuestas. También hay otro teatro, que se construye desde la idea, para ir evolucionando con los ensayos hasta la puesta en escena. Sus temas, la injusticia social y la libertad. La fuerza como estructura en el personaje, al actor más completo, la luz como apoyo a la escena. Es lo que llamaríamos la luz de efecto por zonas. Este tipo de teatro lo crean los grupos independientes como Tábano, TEI, Els Joglars… [fig. 4]. A partir de este momento se inicia un proceso, en las siguientes décadas y de una forma clara, para acabar con el arte de la iluminación, en favor del arte de la luz.

 

 

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