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NÜM 4

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1. MONOGRÁFICO

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1.8 · LA LUZ ARTIFICIAL: UN MOMENTO PARA MIRAR


Por Miguel Ángel Camacho
 

 

5. LA SUBJETIVIDAD EN LA IMAGEN TEATRAL

Plantear el tema sobre la puesta en escena desde el plano teórico resulta un tanto difícil; algo más fácil resulta desde la observación y la subjetividad. La unión de lo estético con lo técnico: técnica actoral, técnica dramatúrgica, técnica de dirección, técnica espacial, técnica indumentaria, técnica lumínica…, lo que significa una globalidad del hecho de escena. Dos palabras misteriosas y caprichosas, la ausencia y la presencia en el espacio escénico, la palabra y el silencio, lo estático y el movimiento, la luz y la oscuridad. El espacio vacío, el espacio creado. La dualidad como pensamiento esencial en la creación teatral.

El actor es una escultura en el juego escénico. El espacio escénico será el sitio o lugar de las miradas y objeto observador, ellos se esculpirán, dando lugar a ideas. Tiempo, cansancio, equivocaciones, palabras, silencios, rupturas entre pensamientos. La mirada del rostro del actor nos enseña a comprender, a pensar. La mirada del objeto observador a analizar el vacío, la representación. Unión lúdica del objeto mirado. El fin de las luchas vanas entre pensamientos creativos-artísticos, otros lo llaman mutilaciones espaciales. Es como la línea recta de la luz, que cuando topa con el objeto se mutila para el fin creado, iluminar. El acto en sí es un acto físico.

La misión de la luz es el silencio, recrear ambientes, suplir tiempos de unión, apoyar al ser escultórico, definir espacios. Por lo tanto, el porqué es dual: 1) Diseñar la luz en el lugar necesario para el texto escenificado, y 2) Definir la luz como imagen que demanda la puesta en escena y que llena el objeto observador, o sea el público.

Veamos qué es el conjunto; lo podemos definir como lugar escénico, ahí se van a diseñar los objetos escénicos. También es la caja escénica, donde se están dando diferentes niveles estructurales que hacen que el principio de la obra teatral la podamos definir, como la verticalidad de los elementos artísticos y la horizontalidad de los elementos escénicos. La balanza entre escena y conflicto, entre escena y espectador, la imagen y la palabra, la imagen y el movimiento. Entonces, ¿cómo definimos el equilibrio entre la línea de horizonte y la línea transversal de la puesta en escena? La ponderación sería el signo entre los dos enunciados. La verticalidad configura zonas específicas de la técnica –una luz, un espacio escénico, una acústica, un telar, unas proyecciones y un actor–, como objetos escultóricos. La horizontalidad, un texto y un director de escena, un escenógrafo, un vestuario, un iluminador. Pero sin olvidar la balanza como juego entre la propuesta y el arte de mirar, dos dualidades semejantes pero diferentes en la concepción del desarrollo de la puesta en escena teatral.

Mirar es el acto de ver; se puede mirar y no comprender, se puede ver y se puede comprender, por lo tanto, ojo y pensamiento, mirada y entendimiento. La imagen teatral se ve con la mirada y se comprende con el pensamiento, con la reflexión. El fin último de la luz-imagen, en el hecho teatral, es romper con las convenciones, no caer en las rutinas, ya que éstas son fáciles de explotar para las miradas, y difíciles para la creación.

 

 

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