El gorrón,
¿primera incursión dramática lorquiana?

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El 19 de enero de 1955, Antonio Gallego Morell anunciaba a sus lectores en el artículo “Un poeta reunido” (Gallego Morell, 1955: 5), en la edición sevillana del diario ABC, y un día más tarde, en la edición madrileña, la publicación de la primera edición española de las Obras completas de Federico García Lorca por parte de la editorial Aguilar y a cargo de Arturo del Hoyo. Una segunda edición, revisada y ampliada, aparecería en 1957, y continuaría reeditándose hasta la vigésima segunda, en 1986, edición del cincuentenario. Llama la atención el apartado de la Bibliografía de la segunda edición –que no de la primera, donde el dato que se facilita es que en 1915 escribe sus primeras poesías–, en concreto, la sección de Teatro, donde, por orden cronológico, figuran las obras del escritor y, en primer lugar, se comunica al lector que existen:

Diez versos de una comedia escrita por F.G.L., en colaboración con Ostos Gabella, siendo ambos niños – En Malvarrosa, entregas 5-6, mecanografiadas. (García Lorca, 1957: 1736-1737).

Idéntica información añadió, algunos años más tarde, Antonio Gallego Morell en el prólogo para la editorial Escelicer de una edición del Teatro selecto de Federico García Lorca (García Lorca, 1969: 29).

Ahondando en la breve información proporcionada sobre esta posible colaboración con Ostos Gabella, averiguamos que se trata de Manuel Ostos Gabella, poeta natural de Écija y colaborador en varias publicaciones de España, Portugal, Italia y América Latina. Era, además, Académico Correspondiente de la Academia Internacional de “Pontzen” es Académico Correspondiente de la Academia Internacional de "PONTZEN" de Letras, Ciencias y Artes en Nápoles, Italia de Letras, Ciencias y Artes en Nápoles, y miembro del Instituto de Cultura Americano. Uno de sus mayores logros fue dirigir la revista Malvarrosa con sede en Valencia, calificada por el propio editor como “misionera andaluza de la poesía en Valencia”.

Si bien el número inaugural de Malvarrosa vio la luz en marzo de 1954, varias publicaciones nacionales de la época manifestaban su entusiasmo hacia la magnífica contribución de esta al panorama poético en 1956: por ejemplo, la edición sevillana de ABC, el 30 de marzo de 1956, informaba a sus lectores de la aparición del número 17 de Malvarrosa, número extraordinario que suponía una doble tirada de ejemplares (Anónimo, 1956a, 32); la revista cordobesa Adarve, en junio de ese mismo año, elogiaba así el gran trabajo desinteresado de Ostos Gabella en favor de la poesía:

MALVARROSA.‒ Con gusto seguimos
leyendo esta simpática revista valenciana
que dirije nuestro querido colaborador e
inspirado poeta D. Manuel Ostos Gabella.
Llega a nuestras manos su número 18 lle-
no de contenido poético de gran valía: Su-
sana March, Gabriel Celaya, Mariano Rol-
dán, Ruiz Agudo, Capdevila y otros nom-
bres así lo acreditan.
Felicitamos a Ostos Gabella, alma de
«Malvarrosa»
(Anónimo, 1956b: 5).

En los números 1.008-1.012, de diciembre de 1956, de la revista Destino, Carlos Soldevila alababa en un artículo el coraje y la excelente praxis de Manuel Ostos Gabella al frente de una revista cuyos gastos debía costear él mismo y cuyos números eran copias mecanografiadas con papel carbón (Soldevila, 1956: 37).

En la Bibliografía ya comentada de la segunda edición realizada por Arturo del Hoyo para Aguilar, en el apartado “Estudios y homenajes”, consta el nombre de M. Ostos Gabella y de un artículo titulado “De mis memorias. De la infancia de García Lorca”1, publicado en el número 5 de la madrileña revista literaria Alne en diciembre de 1954, bajo la dirección de Miguel de Aguilar Merlo (Ostos Gabella, 1954b: 4-5) (Fig. 1).

Ostos Gabella formará parte del consejo de redacción en España de Alne, a la que aludirá en el número 8 de Malvarrosa (octubre de ese mismo año) y en la que colaborará con el artículo mencionado, donde relata cómo conoció a Federico, siendo ambos muy jóvenes, un verano en el que el tío de este arrendó la finca Las Balbuenas y decidió llevarse a su sobrino con él. Recuerda Ostos Gabella cómo el sobrino del arrendador le pareció más bien insulso y cómo tuvo que defenderlo de las burlas de los otros chiquillos debido a su torpeza. En esto, una poesía del asturiano Vital Aza los unió. Rememora en el artículo que, animado por el teatro que estaba de moda entonces –El soldado de San Marcial, de Valentín Gómez y Félix González Llana; La pasionaria, de Leopoldo Cano; El gran Galeoto, de Echegaray o El sombrero de copa, de Vital Aza–2 decidió escenificar la poesía de Vital Aza sobre las impertinencias de un gorrón (Vital Aza, 1880: 6-7) (Fig. 2), y para ello le pidió su colaboración a Federico –según él, más que por necesidad, por comprobar cuáles eran realmente sus dotes literarias, tan alabadas por su tío–. En pocas semanas, tuvieron listos los tres actos de una obra titulada El gorrón, cuyo estreno se llevó a cabo en un corralón de Fuente Carreteros, en Córdoba. Tuvo una excelente acogida entre los habitantes del pueblo y la función se repitió dos noches más.

En noviembre de 1956, en el suplemento literario del Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, titulado “Mijares”, se lleva a cabo un homenaje a la figura de Federico García Lorca coincidiendo con los veinte años de su desaparición y, de entre las diferentes colaboraciones, destaca el artículo de Manuel Ostos Gabella, “De mis memorias. De la infancia de Federico García Lorca”, ya publicado en Alne dos años antes y con leves modificaciones ortotipográficas pero no de contenido (Fig. 3).

Si nos centramos en los datos biográficos que aporta el artículo, el tío de Federico que menciona Ostos Gabella en su artículo podría tratarse del tío Enrique, padrino también del poeta, de quien recordaba Francisco García Lorca que, alguna vez, había sido secretario de ayuntamiento en pueblos vecinos y que, según creía, tenía algunas tierras arrendadas. Enrique García Rodríguez, hermano menor del padre del poeta, con grandes capacidades administrativas, fue durante muchos años el secretario del ayuntamiento de Fuente Vaqueros, al tiempo que explotaba varios terrenos del Soto de Roma. Por otro lado, también había heredado la sensibilidad artística de la familia. Es por ello que parece plausible que alabara a Federico ante el joven Ostos Gabella durante su estancia en Las Balbuenas, como haría en mayo de 1918, desde Sevilla, cuando lo puso en contacto epistolar con Adriano del Valle. En cuanto al autor mencionado, Vital Aza, hallamos una alusión a su obra en la correspondencia de la primera quincena de marzo de 1920, poco antes del estreno de El maleficio de la mariposa, cuando Federico relata a su familia lo cómico que le resultó ser padrino “improvisado” en la boda de Anita, hija de su maestro Antonio Rodríguez Espinosa, y que resume así: “En fin, que la cosa es rara y de comedia de Vital Aza” (García Lorca, 1997: 68), síntoma de que, en efecto, algo debía de conocer de la obra cómica del autor asturiano.

Los versos publicados por Ostos Gabella en las entregas 5 y 6 de la revista Malvarrosa, correspondientes a julio-agosto de 1954, y que Arturo del Hoyo y Gallego Morell mencionan en sus respectivas ediciones, pertenecerían, según las declaraciones del propio Ostos Gabella en su artículo, a la obra conjunta El gorrón3.

Se ha podido acceder al ejemplar, ubicado en la Biblioteca de la Universidad de Málaga4, y en el apartado “Cuadro de honor” figuran los diez versos que mencionan los editores, con algunos datos introductorios del propio Ostos Gabella para su contextualización:

1 Doy las gracias desde aquí a mi compañera y amiga Nati, pues, gracias a sus gestiones, conseguí una copia del artículo.

2 En el artículo, Ostos Gabella dice que “por aquel entonces hacían furor en el teatro las obras «EL SOLDADO DE SAN MARCIAL» y «LA PASIONARIA», de Leopoldo Cano, «EL GRAN GALEOTO», de Echegaray, «EL SOMBRERO DE TRES PICOS», no recuerdo si de Vital Aza o de Pedro Antonio de Alarcón». La obra El soldado de San Marcial (1894), en realidad, la escribió Valentín Gómez en colaboración con Félix González Llana. La pasionaria (1883) sí pertenece a Leopoldo Cano, e igualmente El Gran Galeoto (1881) es de Echegaray. En cuanto a El sombrero de tres picos que refiere, debe de tratarse de El sombrero de copa, de Vital Aza, publicada en 1887, puesto que la adaptación de la novela de Pedro Antonio de Alarcón, El sombrero de tres picos (1874), realizada por Manuel de Falla, no subió a los escenarios con ese nombre hasta 1919.

3 Si bien la tirada de ejemplares de la revista Malvarrosa era escasa, pues recordemos que se trataban de copias mecanografiadas, de las cincuenta copias que salieron a la luz de cada número (algunos números, con los donativos de particulares e instituciones, vieron aumentar la tirada incluso al doble), algunas instituciones nacionales, aunque de manera irregular, las custodian en sus hemerotecas (la Biblioteca de la Real Academia Española, la Biblioteca Tomás Navarro Tomás o la Biblioteca de la Universidad de Málaga), siendo en esta última donde se ha logrado hallar el ejemplar buscado. El número inicial está fechado en marzo de 1954 y las entregas se realizaron, durante el primer año, con carácter mensual, si bien la escasez de medios, como reivindica de manera continua el editor, condujo a que se espaciasen los números sucesivos entre los años 1955 y 1960. Se cuentan, pues, unos treinta números, el último con fecha de 1960. Colaboraron con sus escritos poetas españoles e hispanoamericanos de la época, entre los que destacan, Alberto Barasoain, Manuel Pacheco, Gustavo García Saraví, Gabriel Celaya y José García Nieto (este último donó la colección a la Biblioteca de la RAE, institución en la que ocupó la silla i, en marzo de 1983).

4 Donativo del poeta malagueño José Luis Estrada Segalerva, fundador de la revista de poesía Caracola (Málaga), cuyo primer número vio la luz en noviembre de 1952 y el último en diciembre de 1975, con 278 números en su haber. Contó con la colaboración de los poetas del 27, tanto de los que estaban en el exilio (Luis Cernuda, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre o, incluso, Moreno Villa), como de los poetas que vivían en España, pero habían optado por un exilio interior (Jorge Guillén o Vicente Aleixandre). Además de legar a la hemeroteca los números de Malvarrosa, también donó los de la revista Alne y los de su propia publicación, Caracola.