Documentos para la historia del teatro español
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1939-1949
1939-1949

Cartelera
1940

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El Teatro y su Doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Julio E. Checa Puerta
Universidad Carlos III de Madrid

 

 

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ESCENA Y POLÍTICA

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El Boletín Oficial del Estado sería el lugar, naturalmente, en el que se darían a conocer todas aquellas regulaciones referidas al teatro en su ámbito nacional. La prensa informó de cómo a través del BOE se publicaba la ley que instituía la Sociedad General de Autores de España, institución que unificaba a todas las sociedades de carácter parcial, como era el caso de la Sociedad de Autores Dramáticos, la Sociedad de Autores de Variedades, Sociedad Española de Autores Líricos, etc. Obviamente, sus miembros debían formar parte del Sindicato Nacional del Espectáculo, encargado igualmente de controlar la gestión de los derechos de autor tanto en España como en el Extranjero.

En términos fiscales, el apoyo a determinadas formas de espectáculos teatrales también podía considerarse dentro del ideario en materia teatral. Una de las medidas más llamativas tenía que ver con la exención del impuesto de consumo de lujo, que se aplicaría a las óperas, dramas, comedias y zarzuelas, pero no, por ejemplo, a los conciertos musicales, salvo que únicamente ofrezcan música. Parece evidente que era necesario marcar algunas fronteras que la compleja adscripción genérica a menudo se encargaba de borrar. Desde el punto de vista de la orientación política, quedaba clara la escasa relevancia moral que reconocía en géneros como las variedades y algunas fórmulas exitosas del teatro lírico y musical. También el BOE se ocuparía de marcar el horario de los espectáculos, asunto que provocaría algunos problemas y que, en ocasiones, obligaría a cortar algunas obras para facilitar que su duración se ajustase al horario permitido. Esto obligó a reconsiderar algunas órdenes y a establecer las correspondientes excepciones: “La misión educadora que tiene el teatro en sus géneros lírico y el llamado comedia y verso, y la estructura, a veces complicada, y duración de las obras que representan, dificulta en muchos casos, con notorio perjuicio del personal que dignamente trabaje en ellas, que su desarrollo pueda ajustarse al horario marcado por la orden de esta Presidencia de 25 de noviembre último [...] esta Presidencia dispone que los espectáculos teatrales del género lírico y del llamado comedia y verso podrán terminar a las doce y media de la noche, subsistiendo para todos los demás la hora que determina el apartado tercero de la orden de esta Presidencia de 25 de noviembre último”. No faltó noticia en la prensa sobre alguna sanción, como la multa que la Policía Municipal de Madrid impuso al teatro Martín por finalizar un espectáculo a la 1.50 de la madrugada, y que le supondría a la empresa el pago de 2000 pesetas.

Dentro del interés por fomentar determinados géneros y discursos teatrales, el Ministerio de Hacienda decidió la exención del pago del impuesto de consumo de lujo a las óperas, dramas, comedias y zarzuelas, asunto difícil de llevar a la práctica, pues la orden exigía que cada una de las obras acogidas a dicha exención respondieran “al concepto clásico de estas denominaciones”, lo que, como sabemos, resultaba a menudo problemático. Por ello, se decidió también incluir las llamadas comedias musicales “en atención a que en las mismas predomina la comedia sobre la parte musical”, a pesar de que los conciertos musicales, para considerarse exceptuados de tributación habrían de interpretar exclusivamente música. El párrafo final de la orden no tiene desperdicio: “La clasificación y definición de los géneros teatrales a los efectos de este impuesto será de la competencia de la Dirección general de la Contribución de Usos y Consumos”. Algunos críticos entendieron estas y otras medidas como una graciosa contribución del Estado al florecimiento del Teatro, lo que obligaba a los artistas a devolver, en justa correspondencia, tan generoso esfuerzo. Francamente irritado, cosa nada infrecuente, se mostraba Antonio de Obregón en su reseña del estreno de la comedia Dos hombres y una mujer, de Pedro Pérez Fernández, que se estrenó en el teatro Alcázar y que, como era previsible, no fue del agrado del crítico. Sin embargo, no deja de llamarnos la atención el argumento con que cierra su reseña: “No podemos poner como tantas otras veces paliativos a tal muestra del desahogo de un autor y del error de actores de renombre en nuestra escena, ni podemos comprender cómo se corresponde de esa manera a la atención y generosidad que el Estado actual ha demostrado por el teatro, librándole de gravámenes y facilitándole el horario que necesita, a título, precisamente, de su misión educadora y su abolengo artístico”.

A lo largo de 1941 se tomarían diversas decisiones que dieron lugar, igualmente, a la promulgación de diferentes regulaciones y órdenes. Entre ellas, podríamos destacar algunas, como la orden de restauración El Misterio de Elche, para lo que se presupuestaron 49.847.27 pesetas, destinadas a la construcción de un gran tablado, rodeado de barandilla y algunos accesorios imprescindibles para la representación del Misterio. También la gestión del Teatro María Guerrero suscitaría el interés de Educación Nacional, no sólo en cuanto a la dirección del teatro, sino en cuanto a los diferentes usos del mismo, que dejaría claro su interés por servirse de este espacio como uno de los lugares de referencia para actos de carácter oficial.

Tampoco se salvaron de nuevas órdenes y reglamentos asuntos de índole publicitaria, como la colocación de carteles y anuncios en las fachadas de los teatros. El asunto iba más allá de la mera disposición técnica de los carteles, pues también regulaba la necesidad de aprobación para evitar que se encontrara “en esta propaganda nota ni colorido de mal gusto, para lo cual, con un plazo de antelación que será igual a aquel en que piense la Empresa instalar la publicidad, serán remitidos los proyectos de anuncios de cada uno de los espectáculos al arquitecto de la Comisión de Cultura e Información, quien deberá autorizarlos o no, en el plazo máximo de veinticuatro horas”.

Por último, en 1941 se creó, bajo el patronato y dirección de la RAE, un Centro de Estudios sobre Lope de Vega, que tendría su sede en la recientemente restaurada casa del autor. La misión del Centro sería principalmente reconstruir la librería del autor, formar una biblioteca lopiana, continuar la publicación de sus obras completas y contribuir a la “vulgarización de su obra literaria”.

Como parece lógico, no faltarían algunas anécdotas que consignar en este somero repaso de la temporada teatral de 1941, como la existencia de la reventa para la función organizada por la Asociación de la Prensa o la acumulación, un tanto bizarra, de objetos y piezas artísticas para la subasta. Entre ellas, podría citarse desde una figura escultórica firmada por Mariano Benlliure hasta “una preciosa colcha guateada de la casa Vestimenta o un salto de cama de la casa Aurea más un camisón de seda de señora de la casa La Pequeñita. Tampoco quisiéramos considerar más allá de una anécdota, al menos por lo que a su promoción en prensa se refiere, la celebración de algunos actos como el “Interesante acto de Palabra Culta en Carabanchel Bajo contra la blasfemia y en pro de las buenas costumbres”. Sin embargo, la descripción del acto nos sitúa más cerca del grotesco de la España negra que de la risa: “terminó el acto con los himnos del Movimiento. La Asociación de Palabra Culta entregó algunas prendas de abrigo a los necesitados de aquella barriada como recuerdo al acto celebrado, y desfilaron ante las autoridades dos centurias del Reformatorio de Menores, perfectamente uniformados, con su banda de música, y otra centuria del Hogar Generalísimo Franco, de Carabanchel Bajo, también con su banda de música, entre vivas al Caudillo y a la Falange”. Sin comentarios.


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