Documentos para la historia del teatro español
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1939-1949
1939-1949

Cartelera
1940

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El Teatro y su Doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Julio E. Checa Puerta
Universidad Carlos III de Madrid

 

 

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MODELOS Y ESPACIOS

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Uno de los espectáculos de referencia para este año sería la comedia musical Tropical Espress, con libro y música de Doorlay, adaptado por los señores Oliveros y Castelví, que pudo verse en el teatro Coliseum y en la que la principal virtud sería el interés suscitado por la música moderna, la danza y las “numerosas distracciones de todas clases que no necesitan explicación ni conexión ninguna [...] Cuadros de países lejanos, números cómicos, bailes acrobáticos, ilusionismo, contorsionismo, ejercicios arriesgados, pantomimas más o menos sensacionales, parodias, sombras chinescas, fantasmagorías; todo esto tiene cabida en la revista, que tiene un nexo evidente de unión en el arte, la gracia y la juventud de una capitana, Trudi Bora” También obtendría unas críticas favorables la zarzuela cómica Yola, de José Sáenz de Heredia y Federico Vázquez Ochando, con música de los maestros Quintero e Irueste, que se estrenaría en el teatro Eslava por la compañía de Celia Gámez. La crítica destacó que esta obra que poseía “contenido vistoso e imaginario de zarzuela y también comicidad [...] y que da pie a la compañía de Celia Gámez, y a las artista en particular, para lograr uno de sus éxitos más brillantes, a lo que contribuye mucho el gran vestuario y la escenografía, así como los cuadros de baile y el arte y la gracia incomparable de nuestra vedette”.

Uno de los templos de este género era, en Barcelona, el teatro del Paralelo. Allí pudo verse en 1941, entre otros espectáculos de éxito, la revista de J. Guerrero, con libreto de Cadenas y Ramos de Castro, El negocio redondo, clasificada por algunos críticos como “zarzuela cómica”. También tuvo este género una presencia destacada en el teatro Tívoli de Barcelona, donde pudo verse uno de los éxitos de la temporada, Yola, de José Luis Sáenz de Heredia y Federico Vázquez Ochando, con música de Juan Quintero y José María Irueste, después de la magnífica acogida que unos meses antes había tenido por parte del público del teatro Eslava, de Madrid. Además del trabajo de Celia Gámez, la crítica elogió algunos de sus números, como la “sugestiva canción Mírame o el baile de las amazonas. También se destacaría el acierto de la partitura por ofrecer motivos de “línea melódica de fácil retención y de ritmo y factura modernos, de estilo americano”, así como la “suntuosidad en el decorado y en el vestuario” y, cómo no, “el buen propósito de eliminar expresiones de dudoso gusto”.

Si hubo una figura destacada en el género de variedades, ésa fue Celia Gámez, que esa temporada ofreció con su compañía diversos espectáculos en el teatro Tívoli de Barcelona, como La Cenicienta del Palace, que volvía a ser presentada después del éxito cosechado el año anterior, gracias a números tan aclamados como el del baile del “Tiro Liroliro”. En cuanto a espacios, el Circo de Price, de Madrid, se convertiría en el lugar de referencia para este género, fundamentalmente por los números de Charivari, con la participación de artistas tan populares como Ramper, entre otros. El promotor de este tipo de espectáculos fue el empresario Carcellé, quien encontró una fórmula de gran atractivo para el público y que le permitía una constante renovación de números. En este espacio también se anunciaron grandes espectáculos con tigres, elefantes, caballos, así como intervenciones cómicas a cargo de Roberto Font, la pareja de baile Adriani-Arias y un amplio conjunto de “bellísimas vicetiples y bailarinas”. Otro espacio importante dedicado a este género sería el Circo Imperial, instalado en los solares de Barceló.

La danza no ocupó un espacio similar al de otros géneros; no obstante, a lo largo de la temporada pudieron verse algunos trabajos de notable calidad, como sucediera con el espectáculo ofrecido por Laura de Santelmo en el Palacio de la Música de Barcelona, con coreografías sobre partituras de Manuel de Falla -La danza del fuego-, Isaac Albéniz -Mallorca-, y Maurice Ravel -Bolero-; o el propio Vicente Escudero, a quien se le rendiría homenaje por su trayectoria de más de dos décadas en el primer nivel de la danza española. También Mariemma alcanzaría éxito con su presentación en el teatro Español de Madrid de un espectáculo en el que la crítica valoró el hecho de que “todas sus danzas tienen el valor de auténtica creación. Aun en aquellas de típico carácter regional, como la jota, la danza castellana de Iscar o las vascas, Mariemma halla rasgos originales, inéditos y sorprendentes”. Junto a la elección del repertorio, en el que también se incluían obras de Enrique Granados o de Ernesto Halfter, la crítica destacaría la técnica de las artista, “fino sentido expresivo, feliz manejo de brazos, flexibilidad y compresión”.

Por lo que al género folklórico se refiere, la nueva temporada ofrecía un tipo de espectáculos mayoritariamente orientados hacia la comedia, las variedades y el género folklórico, especialmente en teatros como el Apolo, de Barcelona, donde pudo verse a Lolita Benavente interpretando Consuelo la Trianera, de Julián Sánchez Prieto, el Pastor Poeta. Este tipo de obras solían estar constituidas una trama amorosa que permitía una sucesión de cuadros de ambiente sevillano que favorecían el lucimiento en el baile -Lolita Benavente-, o en el cante -el Niño de Marchena-. Sin duda, la presencia de artistas como Conchita Piquer podía considerarse como una garantía de éxito. Esta intérprete actuaría en el teatro Poliorama de Barcelona con un espectáculo compuesto de “diversas estampas, riquísimas todas ellas en color y en melodías populares, muy espectaculares y emotivas”, entre las que destacaron Café del puerto de León y Quiroga.

No parece necesario insistir en la voluntad de construcción de un “pasado nacional” y un imaginario colectivo a través, entre otras cosas, de la recuperación de la literatura del Siglo de Oro, por lo que las puestas en escena de obras del repertorio clásico a menudo vinieron determinadas por esta circunstancia. En este sentido, algunos montajes de la temporada reconocían abiertamente este esfuerzo, como sucedió con el estreno de Las bizarrías de Belisa, de Lope de Vega, dirigida por Felipe Lluch en el teatro Español de Madrid, con escenografía de Sigfredo Burmann, vestuario de Comba, figurines de José Caballero y música del maestro Manuel Parada. El crítico resaltaba el sentido político de la propuesta: “Reconquista del territorio geográfico. Reconquista del territorio artístico. Ecuación que, en la nueva España, es un imperativo categórico. Obra de tarea y servicio que hay que infiltrar en el gran público para rescatarlo del actual cautiverio en esos afrentosos “baños de Argel” que se llaman procacidad y ramplonería. Porque no es simplemente un problema escénico, sino, principalmente, un problema patriótico”. En otras ocasiones, la crítica, Alfredo Marqueríe en este caso, se referiría a este montaje como resultado de la “meritoria campaña de arte teatral auténtico en el Español”. Este sería el sentir mayoritario de la crítica. Sin embargo, la obra no pareció ser del gusto de toda la crítica, como revelan los siguientes comentarios publicados por Acorde en La hoja del lunes: “Las bizarrías de Belisa nos parecen pueriles enredos, y las románticas propensiones de los galanes, verdaderas boberías, solo comparables a la estulticia, con ribetes de descaro, de sus pajes y dueñas, unos y otros tan mangoneadores que son ellos, y no sus señores, los verdaderos protagonistas de la acción. Mas, como decimos, hay bellezas sin cuento en el adobe escénico de Lope, aun cuando muchas de ellas nos pasaran inadvertidas, porque, desgraciadamente, siguen los actores y actrices del Español sin medir sus alientos y su declamación, ni dar con el ajuste propicio a las condiciones de la sala; y así, muchas cosas se pierden y otras se dicen de tal forma que ... más valiera se hubiesen perdido”.


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