Documentos para la historia del teatro español
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1939-1949
1939-1949

Cartelera
1944

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El Teatro y su Doble

 

 

Índice, recopilación y estudio:

Juan Aguilera Sastre
IES “Inventor Cosme García”. Logroño

 

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MODELOS Y ESPACIOS

Más cantidad y variedad que calidad

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Entre los autores consagrados, los que, según Melchor Fernández Almagro, habían dado “contenido, color, luz, vida a nuestros escenarios” durante casi medio siglo y todavía seguían nutriendo las carteleras por ausencia de “augurios que justifiquen una extraordinaria ilusión”, la prensa suele jalear con grandes elogios tanto las reposiciones de sus éxitos pretéritos como los pocos estrenos que van ofreciendo. De Carlos Arniches se estrenó Ya conoces a Paquita con mediano éxito (55 representaciones en el Infanta Isabel y 33 en el teatro Barcelona), obra que al parecer de Marqueríe “ni por su forma ni por su fondo añade nada a la obra inmortal del gran sainetero”; el crítico de La Vanguardia, por su parte, destacaba el ritmo y la viveza de la primera parte de la obra, que decaía al final y tampoco añadía valores dignos de elogio: “un leve asunto, animado por un diálogo rebosante de ingeniosas ocurrencias; situaciones revestidas de fina y natural comicidad y una insuperable destreza para dar vida y movimiento a las figuras escénicas”. Menos impacto todavía tuvo el estreno de su obra póstuma, Don Verdades, en el teatro Barcelona, por la compañía de Valeriano León y Aurora Redondo, pese a la generosidad del crítico de La Vanguardia, que destacaba el asunto “tan humano” compuesto por la paleta de Archiches, “de cuyos colores está hoy necesitada la producción escénica”, pues “toda la tragedia llana y honda de lo cotidiano desfila a horcajadas de un diálogo fluido, garboso, impregnado de alegría y de amargura, sentencioso y siempre ajustado”. De Benavente, la presentación de la compañía de Martínez Soria y Laura Pinillos con Cualquiera lo sabe en la Zarzuela constituyó, para el crítico de Informaciones, “uno de los mejores espectáculos presentados en Madrid” el Sábado de Gloria y auguraba que las carcajadas del estreno seguirían durante toda la temporada de primavera y de verano, porque la empresa ofrecía lo que el público demandaba: “una compañía y unas comedias para hacer reír de verdad, que es lo que la gente desea en todo tiempo”; grave error en el pronóstico, pues solo obtuvo 14 representaciones , a pesar del “triunfo” de sus intérpretes. No mucha mejor suerte tuvo el estreno en el teatro Barcelona de Don Magín, el de las magias, por la compañía de Valeriano León y Aurora Redondo (39 representaciones), por más que Informaciones hablara de la “perenne juventud” del autor y para el crítico de La Vanguardia cada estreno de Benavente demostrara que “una de sus obras sigue siendo lo mejor que se produce para la escena española. Su estilo de siempre, elegante y bruñido, se ofrece también, como siempre, del brazo de su inagotable, su inmarcesible y potente ingenio para desarrollar, ya bellos conceptos y brillantes ideas, ya para decir graciosas frases envueltas en la más fina de las sátiras”. El crédito del dramaturgo continuaba intacto y no solo en los estrenos: para el crítico de Madrid, que María Isabel Pallarés y Carlos Lemos se presentaran en el Infanta Beatriz con la reposición Lo cursi “sitúa la compañía y el teatro en la mejor ruta”, pues “el triunfo o el fracaso en esta obra equivale a un examen de Estado… escénico”. De los hermanos Álvarez Quintero, Lola Membrives estrenó con notable éxito en el teatro Alcázar su comedia póstuma Ventolera (71 representaciones), aunque esta obra “digna de sus autores” apenas mereció más elogios que los dedicados a su intérprete, “prodigio de matices y reacciones”. Y como estreno se presentó la reescritura de El chiquillo, ahora en tres actos y con el título de Nidos sin pájaros, representada en el Infanta Isabel (36 funciones) y en el teatro Barcelona (26 representaciones) por la compañía de Amparo Martí y Paco Pierrá; para el crítico de Madrid, conservaba “las fragancias genuinas, la espontaneidad ocurrente, el clima sano, casi todas las virtudes patrimoniales de los ilustres costumbristas, si bien no está exenta de ciertos convencionalismos en las reacciones y cierta lentitud en la acción, morosidad en los tipos y fugacidad en los caracteres”.

Con más pena que gloria pasó Todo a medio hacer, de José María Pemán, pese a contar con la compañía de Manuel González, Carmen Carbonell y Antonio Vico para su estreno en la Zarzuela, al igual que la segunda incursión como autor teatral de Luis Escobar, Madrugada indiscreta, que solo logró 5 representaciones en su estreno en el teatro Barcelona por la compañía de Isabel Garcés, aunque mereció una positiva crítica en La Vanguardia. Tampoco Jardiel Poncela, de gira por Argentina, logró triunfar con A las seis te espero en el bulevard, estrenada en Infanta Isabel con motivo del beneficio de Isabel Garcés, ni con la reposición en el Tívoli barcelonés de Las cinco advertencias de Satanás, ahora convertido en el “diablo” en el título, por la misma compañía. El mayor éxito de este nuevo teatro de humor correspondió a Antonio de Lara, Tono, con Rebeco, comedia estrenada también por Isabel Garcés en el Infanta Isabel, donde alcanzó 90 representaciones, a las que añadió más tarde 51 en Tívoli y otras 27 en el teatro Barcelona.

Con discreto éxito, en fin, se estrenaron y repusieron comedias extranjeras como El cisne, de Franz Molnar, que conservaba, a decir del crítico, “todo su primor y toda su fragancia”; Noche de aventura, del italiano Emilio Gaglieri, traducida y adaptada al español por Domenico de Laurentis y Ángel Vilches, en cuya “trama disparatada” lucía la interpretación de Rafael López Somoza; Mi querido ladrón, del húngaro A. Laszlo, arreglo de Claudio de la Torre y Luis Escobar, “éxito unánime por la obra y por la interpretación” de Ismael Merlo y Josefina de la Torre; Amo a cuatro mujeres, de Juan Van Bokay, traducida por Tomás Borrás, de la que se destacó la labor de los intérpretes y la escenografía de Bürmann; Marcelo y Marcela, del húngaro P. Barabas, adaptada por Claudio de la Torre, que se presentaba como una comedia “de vuelta del feminismo”; y, sobre todo, la campaña de autores argentinos protagonizada por Lola Membrives, con obras de Claudio Martínez Payva (Viuda, guapa y estanciera) y el gran éxito de María Luz Regas y Juan Albornoz (en realidad, Juan Reforzo Membrives), premio nacional de teatro en Argentina en 1943, cuya comedia Vacaciones alcanzó 153 representaciones en el Alcázar de Madrid y 90 en el Comedia de Barcelona y constituyó una de las revelaciones del año.

Dentro del subgénero de la alta comedia y el drama nos hallamos, por la difusa frontera entre géneros, con muchos de los autores ya citados en el apartado anterior, como Jacinto Benavente, incansable abastecedor de la escena, que estrenó en el Infanta Beatriz la “novela escénica” Los niños perdidos en la selva, un “poema de amor, de nostalgia, de memoria, y de deseo” en el que “la palabra manda y el pensamiento resplandece en un alarde de ligereza luminosa”, sin que el interés y el ritmo decaigan a lo largo de la representación, que supuso un “brillante triunfo” (75 funciones en Madrid, más otras 17 en el Comedia de Barcelona) para Isabel Pallarés y Carlos Lemos (Arriba). El crítico de Ya, sin embargo, pese al tono elevado de sus palabras, dejaba traslucir la escasa relevancia de la nueva producción del aclamado y viejo premio Nobel: “Es sorprendente, por lo que significa de maestría y de dominio, que un asunto pequeño pueda producir una obra tan considerable: la técnica del autor semeja la del sainete; tanto como el asunto, interesa lo que él motiva y lo que de él se desprende”; opinión que ratificaba el cronista de El Alcázar recordando la autocrítica del propio autor: “obra excesivamente sentida y levemente expresada”, lograba el entusiasmo del público “ante la maravilla del diálogo, jugoso y lleno de ideas y frases”. Dos dramas estrenó José María Pemán a lo largo del año: en febrero, Hay siete pecados, en el Comedia de Barcelona por la compañía de Rafael Rivelles, que tuvo una más que discreta acogida (24 funciones), tal vez porque, como señalaba el crítico de La Vanguardia, la obra era “impecable” en lo literario pero su desarrollo y, en especial el tercer acto final, “si bien muy efectista y cautivador”, carecía de “toda lógica y realidad”. En la temporada de otoño llevó a escena la compañía de María Guerrero y Pepe Romeu en la Comedia, con decorados de Bürmann, La hidalga limosnera, leyenda dramática en verso representativa de su teatro poético, que alcanzó las 63 representaciones. El mismo número de funciones logró Vestida de tul, de la única dramaturga habitual en las tablas en estos años, Carmen de Icaza, estrenada en el Infanta Isabel por la compañía de Isabel Garcés; y muy pocas más La escala rota, de Juan Ignacio Luca de Tena y Miguel de la Cuesta, en el Reina Victoria (79 funciones). Sin embargo, Un minuto… ¡y toda la vida!, de Felipe Sassone, mereció elogios de obra “de gran dignidad” y “limpieza”, que avalaban su éxito “claro, amplio y sólido” (91 representaciones).


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