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NúM 6
6. HOMENAJE
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6.1 · EL LEGADO DE LUIS RIAZA


Por Pedro Ruiz Pérez
 

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Inéditos recuperados

Luis Riaza escribía desde los años 90 en ordenador, creo que siempre el mismo. Más bien era lo que entonces se llamaba una computadora. Su pantalla monocromo descansaba pocas veces. Riaza disputaba en ella partidas de ajedrez casi tan interminables como la reescritura de sus textos. En un programa que suena a tiempos míticos, el Wordperfect 5.1, Riaza convertía su insomnio en nuevas piezas o en nuevas versiones de textos ya escritos. En algún momento, las fotocopias proporcionadas a algunos lectores privilegiados por su aprecio, dejaron paso a los no menos legendarios disquetes. Con ellos era posible seguir su incansable escritura, pero eran testimonios efímeros: antes de convertir los archivos en formatos más seguros y manejables, Riaza ya había dado otra versión a su texto. En ocasiones ni la imprenta frenaba el proceso, y textos publicados volvían a la trituradora de su pantalla y su teclado.

La memoria del ordenador y esos impagables disquetes constituyeron un museo vivo hasta que Madame Mort, Ella, la protagonista de muchos de sus últimos textos, vino a cumplir su visita final. Sólo ella pudo interrumpir la diaria ocupación de escribir y reescribir, en una nueva versión del telar de Penélope. La llegada de la esperada visita encontró también en el cajón, ahora en formato de papel, centenares de páginas, obras más o menos acabadas, versiones puntuales de otros textos publicados o inéditos, huellas fijadas de una escritura y de su devenir histórico. El telar de Penélope se convertía en laberinto en el que una nueva Ariadna debía ofrecer el hilo para acceder al espacio último, el sancta sanctorum del Minotauro. La tarea ha sido asumida por Ricardo, el menor de los hijos de Luis Riaza, con la ayuda de sus hermanos. En una paciente tarea ha comenzado la clasificación de un legado escrito que incluye materiales fundamentales para completar la imagen de un escritor. Valga destacar, a modo de primera noticia, la recuperación de las copias, celosamente guardadas, de unos textos iniciales de pervivencia reiteradamente negada por el autor y que parecían condenados al olvido, como las piezas que pasaron por el Festival de Sitges y otros canales del teatro independiente: el muy temprano El caballo dentro de la muralla (1954), Los muñecos (1965), Las jaulas (1968), Los círculos (1970) o Los mirones (1970), mucho más que la prehistoria de una dramaturgia o un impagable testimonio de unos años de hierro y creativa contestación.

También es posible recomponer ahora la complejidad que, desde sus inicios, adquiere la escritura de Riaza, tan llena de ambición compositiva como de firme propósito de demolición y reconstrucción de la tradición literaria y de sus corsés genéricos. Así, una cuidadosa tarea de restauración filológica permitirá con los nuevos materiales recomponer, por ejemplo, la Nueva divina comedia, composición intergenérica constituida por un Nuevo infierno divino y El paraíso, que se publicaría bajo el título Drama de la dama que lava entre las blancas llamas (1974). La primera parte es un poemario dividido en dos partes: Cantos preinfernales (inédito) y Cantos leidicos o propiamente infernales; esta segunda parte se publicó como Libro de los anillos infernales (1981), mientras que de la primera aparecen ahora otras versiones, como la rotulada Cantos leyendonegrosos.

También emerge con nítidos perfiles la imagen de un Riaza poeta que, a contracorriente de modas y convenciones, compone un universo de particular e irrepetible lírica, revelada como una verdadera línea de continuidad en su escritura, desde el manuscrito cuaderno inicial dedicado a Lola, la que sería su esposa. Esta escritura ininterrumpida acompaña y complementa el discurso mayor de sus obras más conocidas, al tiempo que ofrece perspectivas nuevas y ofrece una clave para percibir la profunda raíz poética de toda su escritura. Así se suceden, junto a títulos ya reseñados en las bibliografías publicadas, el Cuaderno de poemas, Gringos egregios, El flautista de Hámelin, El silencio de en medio o Veinte poemas prepóstumos, por citar los textos más relevantes y acabados, junto a las citadas versiones de los Cantos léidicos o los diferentes estadios redaccionales del Bichario. Una muestra extraída de los inéditos Poemas para Ella (2003) es reveladora de todo lo expuesto:


TRAMPOSO.


Dios hace trampas.

Primero ordena y fija
que el hijo muera
a cuchillo de padre
o que el padre fenezca
al cruzarse en un camino

Pero luego el hijo
es sustituido
por un chivo
o el padre por un actor
que sigue vivo
al alzarse de nuevo
el telón
para responder a los aplausos
del público.

Dios hace trampas.
Dios hace teatro.

Sirva para concluir la referencia a un conjunto de textos por los que Riaza manifestaba especial predilección, quizá porque le permitían moverse con la mayor de las libertades y desplegar, despojada de las obligaciones de la fábula, la esencial reflexión metateatral y crítica sobre la condición de la realidad y de la escritura9. Me refiero a esas formas ensayísticas que conocemos sobre todo a través de sus prólogos publicados, con su inimitable recurso a unos paréntesis arborescentes que dinamitan la linealidad del discurso, no tanto para dar paso a una desbordante creatividad como para mostrar de manera directa la complejidad de lo real. En ella se incluyen las múltiples capas de simulación que lo velan y deben ser levantadas en un ejercicio que bien pudiera ser de ascesis, pero que en el teclado de Riaza se convierte en una paradójica acumulación de materiales para revelar lo que amenazan con ocultar. La lucidez de su juicio, construido sobre un autodidacta conocimiento de la tradición clásica y del pensamiento crítico contemporáneo, se manifiesta ya desde sus primeros pasos. Es el caso del desconocido texto que nos sirve para cerrar con las palabras del autor; en ellas se reúnen muchas de las claves de su pensamiento, de sus referentes y de los recursos con que dio forma a un inconfundible teatro y a una amarga reflexión sobre la realidad existencial y política de una condición humana que lleva sus rasgos universales a niveles de exacerbación en nuestro escenario histórico posmoderno:



9 Una aproximación a estos textos se encuentra en Pedro Ruiz Pérez, “Luis Riaza: escribir la muerte del teatro”, en Pensamiento literario español del siglo XX, 3, ed. Túa Blesa, Juan Carlos Pueo, Alfredo Saldeña y Enric Sullá, Zaragoza, Anexos de Tropelías, 2009, pp. 168-191.

 

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